Talos, el gigante de bronce. Cuentos cortos para niños

Mitología griega contada en forma de cuento para los niños

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En este artículo
  1. Los abrazos incandescentes de Talos

La mitología griega contiene las bases de la cultura occidental. Para que los niños la conozcan desde el principio, en Guiainfantil estamos adaptando las historias mitológicas en forma de cuentos cortos para niños. Así disfrutan y aprenden al mismo tiempo.

En esta ocasión narramos la leyenda que aún hoy se cuenta en Creta de un gigante de bronce llamado Talos. El gigante recorría a grandes zancadas la costa cretense vigilando a todos los que desembarcaban en la mágica isla y la bienvenida que les dedicaba era bastante espectacular.

Los abrazos incandescentes de Talos

Talos

Hubo un tiempo en que nadie podía entrar en la mágica isla de Creta. Así lo había decidido el dios Zeus porque tenía escondida en la isla a su amada Europa y no quería que nadie la encontrara. Para evitar las visitas a la isla, llamó a Talos, un gigante de bronce que impedía el acceso a Creta.

Talos hacía de vigilante de Creta y se recorría tres veces cada día las costas. Controlaba los barcos que llegaban y en cuanto los marineros veían a Talos esperando en la playa dispuesto a recibirlos, se daban la vuelta en su barco y se marchaban lo más lejos posible de Creta. Porque ya la mayoría de los marineros sabían lo que les ocurría si dejaban que Talos les diera la bienvenida.

Talos se acercaba a la playa a saludar a quienes se atrevían a desembarcar. Dentro de su cuerpo tenía un motor que al ponerlo en marcha se recalentaba y, como el gigantón era de bronce, todo su cuerpo se volvía incandescente. En este estado, sonreía a los marineros, abría los brazos y corría a su encuentro para darles una calurosa bienvenida.

- ¡Bienvenidos a Creta!- decía el gigante Talos mientras los abrazaba con su cuerpo ardiendo. 

Lógicamente,  todos los marineros morían envueltos en ese abrazo abrasador de Talos. 

Parecía que no había forma de entrar en Creta. Hasta que un buen día llegó en su barco el héroe griego Jasón, junto con la hechicera Medea. Mientras se acercaban a Creta, Jasón veía a Talos dar grandes zancadas por la costa y en un momento se paró a observar el barco y empezó a ponerse naranja incandescente. 

Jasón tuvo miedo y enseguida quiso dar la vuelta. Pero allí donde los héroes no se atreven, siempre hay una mujer más inteligente y atrevida que ellos. Medea conocía el funcionamiento del gigante Talos. El gigante tenía una sola vena que iba desde el pie hasta la cabeza y no había forma matar al gigante mientras por esa vena siguiera circulando el ícor. Porque por las venas de los dioses, de los titanes y de los gigantes no corre sangre, sino ícor.

El mayor problema era que nadie podía acercarse a él porque su cuerpo ardía, así que Medea buscó entre sus mejores hechizos para lanzarle uno desde el barco. Con el hechizo de Medea, el gigante Talos cayó adormilado inmediatamente en la arena de la playa. Había que darse prisa.

Medea bajó del barco, se acercó al cuerpo tendido del gigantón y encontró un tornillo en el empeine. Al abrirlo, el ícor de Talos empezó a salir de su cuerpo, como si se estuviera desangrando. Un líquido verde se extendía por la arena de aquella playa de Creta y dejó un reguero por toda la costa cretense que aún hoy se puede ver. Así es como a partir de entonces, se puede volver a entrar a la mágica isla de Creta sin peligro de que un gigantón te queme con su abrazo. 

Laura Vélez. Redactora de Guiainfantil.com

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