El primer contacto del bebé con el mar

Estefanía Esteban, Periodista
En este artículo
  1. Las primeras sensaciones del bebé en la playa

Aún recuerdo a mi hijo cogiendo la arena de la playa a puñados y llevándosela a la boca, como si en vez de manos tuviera palas. Y cómo daba vueltas, saltaba las olas y  guardaba piedrecitas y caracolas en el cubo como si fueran magníficos tesoros. La primera vez que pisó la playa, se quedó petrificado, con los pies hundidos hasta los tobillos, señalando aquella alfombra fina y blanda que aún no había pisado. Me hubiera gustado estar en sus ojos, sus oídos, sus manos. Porque él, como nosotros, seguramente olvide con los años ese momento tan mágico... ¿o no?

Las primeras sensaciones del bebé en la playa

bebe en el mar

Tal vez les quede algún recuerdo de esa primera vez. La primera vez que sus ojos contemplaron el mar infinito y abrumador; la primera vez que sintieron el salitre en sus labios; la primera vez que escucharon el murmullo melódico de las olas; la primera vez que corrieron descalzos por la orilla... Porque la playa para nosotros tal vez sea descanso, o ensoñación o tal vez estrés y agotamiento al no poder dejar de vigilar a nuestros hijos. Pero para ellos, la playa se transforma de pronto en una escuela al aire libre, en donde se aprende tocando, escuchando, probando, imaginando. 

El mar, la arena, las caracolas y conchas, el sonido de las olas. Todo se transforma en estímulos para el bebé. Si el mar nos parece inmenso, imagínate lo que será ante esos diminutos ojos, aún semidesnudos ante la cantidad de colores que nos regala el mundo. Yo siempre me acuerdo de Orlando, un niño que conoció el mar con seis años de edad. En sus ojos brillantes y su boca abierta de par en par, veo reflejado a mi hijo en ese primer contacto con la playa.

Asombro, incredulidad, temor, duda, admiración... Ese primer momento transmite cientos de sensaciones nuevas. Por eso es tan importante que el bebé viva ese momento con libertad. No le impidas hundir las manos en la arena, ni acercarse a las olas, ni buscar caracolas. No le prohíbas revolcarse en la orilla, ni probar el agua salada. No le prohíbas experimentar. Recuerda que está aprendiendo, y la playa, el mar, es un profesor privilegiado para ellos.

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