Villancico Yaucano - Cálida canción de Puerto Rico para niños
Esta preciosa melodía de Navidad puertorriqueña infantil la puedes encontrar en Spotify y Apple Music
- Letra de la música navideña de Puerto Rico para niños - Villancico Yaucano
- Origen, historia y autoría del Villancico Yaucano - Música de Puerto Rico
- El yaucano que ofreció su corazón - Cuento corto de Navidad para niños
- Villancicos navideños para cantar durante la Nochebuena con tu hijo
El Villancico Yaucano es una de esas melodías que envuelven la Navidad con el sabor y la calidez del Caribe, enseñando a los niños la tradición puertorriqueña. Con su ritmo sereno, sus imágenes del Niño Jesús y su ambiente de pueblo, esta canción navideña permite trabajar valores como la solidaridad y el sentido de comunidad. Así, el Villancico Yaucano, una cálida canción de Puerto Rico para niños, es el recurso ideal para que la Navidad se viva de una forma, aunque de formas distintas en cada lugar del mundo: con alegría y esperanza.
Letra de la música navideña de Puerto Rico para niños - Villancico Yaucano

Aquí encontrarás la letra de uno de los villancicos más queridos de Puerto Rico, para cantar con los niños en Navidad, la cual tiene el característico sabor boricua, que habla de café y el cariño de la gente humilde hacia el Niño Jesús. Disfruten juntos de esta tradicional música navideña puertorriqueña.
Villancico Yaucano
Quisiera, niño, besarte,
y San José no me deja,
dice que te haré llorar,
¿verdad que aún así me dejas?
Ha nacido en un portal,
llenito de telarañas,
entre la mula y el buey,
el Redentor de las almas.
En Belén tocan a fuego,
del portal sale una llama,
es una estrella en el cielo
que ha caído entre las pajas.
Yo soy un pobre yaucano,
que vengo de Yauco aquí,
y a mi niño Dios le traigo
un gallo quiquiriquí.
Ya lo sabes, niño hermoso,
soy del pueblo del café,
por si quieres dos saquitos,
también yo te los traeré.
Yo soy Juan el verdulero,
que vengo de la montaña,
y te traigo viandas buenas,
desde mi humilde cabaña.
Al niño recién nacido,
todos le ofrecen un don;
yo, como no tengo nada,
le ofrezco mi corazón.
Origen, historia y autoría del Villancico Yaucano - Música de Puerto Rico

El 'Villancico Yaucano' ocupa un lugar especial en la música navideña de Puerto Rico, porque une tradición religiosa e identidad local. La palabra 'yaucano' se refiera a un habitante de Yauco, un municipio del suroeste de la isla con una larga tradición cafetalera y musical. Justamente no es casual que allí naciera y creciera Amaury Veray Torregrosa, pianista, compositor y educador, considerado uno de los grandes nombres de la música puertorriqueña del siglo XX.
De él es el 'Villancico Yaucano', una de las composiciones navideñas más queridas del repertorio boricua. Amaury Veray contó que lo compuso la misma Nochebuena de 1951, cuando era armonista y responsable del coro en la iglesia del Santísimo Rosario. Él escribió la obra en aproximadamente una hora y media en la biblioteca de su casa y se estrenó en la Misa de Gallo de esa misma noche cantado por la soprano María Amelia Lugo Espiñeiro de Vivaldi.
Ha sido comparada con clásicos como 'Noche de paz'. Además, Veray explicó que la primera parte procede de la tradición española anónima, tomándola como punto de partida. Después, construyó la historia de un joven pobre que se pregunta qué puede ofrecer al Niño Jesús. Desde su realidad le lleva lo que tiene: un gallo, viandas y sacos de café, productos ligados a la vida rural y a la economía propia de Yauco, haciendo que el villancico resulte muy humano.
Sin embargo, surgieron dudas sobre su autoría porque se cuestionó si el villancico era realmente de Veray, pero él mismo aclaró de nuevo que la introducción era de origen tradicional, pero que el resto era suyo. Finalmente, gracias a esa popularidad la pieza se integró en el repertorio de coros, tunas y agrupaciones navideñas y ha sido interpretado por grandes voces de Puerto Rico y del mundo, siendo la más famosa la del tenor Plácido Domingo.
El yaucano que ofreció su corazón - Cuento corto de Navidad para niños

Aquella Nochebuena, el portal de Belén estaba muy silencioso porque la paja crujía un poco y, en las esquinas, colgaban telarañas. Entre una mula y el buey, estaba el Niño Jesús, recién nacido y envuelto en un pañal sencillo. Cerca del pesebre, un pequeño pastor observaba todo con los ojos muy abiertos. Se llamaba Mateo y tenía las mejillas rojas por el frío pero el corazón lleno de emoción. Mateo se acercó despacito: quería darle un beso al niño en el pesebre.
Pero el señor San José, que vigilaba con cariño, lo miró con un poco de preocupación. 'Acércate despacio porque el niño es muy pequeño y podría asustarse', le dijo con ternura infinita. Mateo se quedó pensando porque quería demostrarle su amor, pero no quería que el Niño llorara. Entonces, en lugar de besarlo, juntó las manos y le sonrió. Lo que menos quería era asustarlo y que llorara, por eso desde el fondo de su corazón ya le estaba dando muchos besos.
De pronto escuchó un alboroto: en Belén tocaban las campanas y una luz muy fuerte bajó del cielo, como una llama que no quemaba, deteniéndose encima del portal. Era la estrella que guiaba a todos hacia aquel lugar. El primero en llegar fue Tomás, quien venía de un pueblo lejano donde sembraban café. Era un pobre yaucano sin regalos lujosos, pero que traía un gallo que cantaba fuerte cada amanecer. Tomás dejó al gallo junto al pesebre para ofrecérselo al niño.

El animal soltó un suave 'quiquiriquí' y luego, Tomás colocó dos pequeños sacos de café junto a la paja, para que cuando el Niño Jesús lo oliera recordara el pueblo de Yauca de donde era Tomás. Junto a él, llegó Juan, el verdulero de la montaña quien llevaba lo mejor de su huerto: plátanos, yuca y otras viandas. Él puso sus verduras cerca de la mula dejando el pesebre oliendo a cosecha nueva. La Virgen María, agradecida, le dio las gracias con una mirada dulce.
Así, uno a uno, pastores y viajeros fueron acercándose: unos llevaban lana y algunos más solo sus voces para cantar. El pequeño Mateo miraba en silencio y de pronto, se sintió muy pequeño y hasta avergonzado. Él no tenía gallos, ni café, ni canastas de verduras que ofrecerle al niño. Se acercó a Jesús en el pesebre y le susurró muy suave: 'Yo no tengo nada que ofrecerte, amado Niño Jesús. Soy solo un pastor sin regalos ni nada que darte en este momento'.
Entonces, Mateo recordó cómo había ayudado a otros pastores y cómo su corazón estaba lleno de amor por aquel bebé. Así que dijo en voz clara: 'Te doy lo único que es mío: mi amor sincero. Quiero quererte y hacer el bien donde vaya'. El Niño Jesús movió sus manitas y la estrella brilló todavía más, el gallo cantó 'quiquiriquí' y las campanas de Belén sonaron. Mateo comprendió que, a veces, el mejor regalo no es algo que se pueda tocar, sino lo que llevamos dentro.
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Bibliografía
- Ramírez Uribe, C. (2020) Villancicos Guineos, miradas imaginarias. Expresiones afrodescendientes en el México Novohispano. Música Oral del Sur (ed.) Centro de Documentación Musical de Andalucía, España, pp. 323-358 Disponible en https://www.researchgate.net/publication/357604623_Villancicos_guineos_miradas_imaginarias_Expresiones_afrodescendientes_en_el_Mexico_novohispano