Cómo actuar si un adolescente quiere un piercing, tatuaje, dilataciones…

Estos comportamiento de reivindicación también responden a una búsqueda de identidad

Sara Tarrés, Psicóloga Infantil
En este artículo
  1. ¿Por qué mi hijo se quiere hacer un piercing o un tatuaje?
  2. La importancia de la imagen corporal en la adolescencia
  3. Piercings, tatuajes y pelo rapado... ¿Moda o rebeldía?
  4. Y cómo debemos actuar como padres

La adolescencia es una etapa de cambios profundos y transformaciones, en algunos casos, muy importantes en la forma de ser de nuestros hijos. Estos cambios, en los que también observamos inseguridades y nuevas necesidades, se expresan en su forma de comportarse pero también en su forma de vestir, peinarse y decorar sus cuerpos. Hablamos de piercings, tatuajes, pelo rapado por partes, minifaldas imposibles y ombligos al aire pero también de esas puertas cerradas y otras conductas con las que muchas veces los padres no sabemos qué hacer.

¿Por qué mi hijo se quiere hacer un piercing o un tatuaje?

Cómo reaccionar si tu hijo adolescente quiere un piercing

En esta ocasión, en Guiainfantil.com, intentaremos ofrecer algunas ideas de cómo actuar ante estos comportamientos de reivindicación y de búsqueda de identidad en la que se encuentran inmersos nuestros hijos en esta fase llamada adolescencia.

Pero más que ofrecer un listado de pautas intentaremos comprender por qué un día llegan a casa con la idea de tatuarse, hacerse un piercing o llevar una u otra prenda de vestir con la que es probable que no estemos de acuerdo. Porque más allá de seguir una moda, querer sentirse parte de un grupo o diferenciarse de los demás, nuestros hijos e hijas pueden estar expresando otros pensamientos como, por ejemplo, su disconformidad con nosotros como padres en particular o su desacuerdo con las normas de la sociedad en la que vivimos en general.

La importancia de la imagen corporal en la adolescencia

Antes de continuar debemos recordar y remarcar la importancia que adquiere la imagen corporal en la adolescencia. Una fase en la que muchos de nuestros hijos e hijas no dejan de mirarse, admirarse y odiarse por esos nuevos cuerpos en los que ahora habitan. La moda, la ropa, los peinados, las marcas y sus ídolos (futbolistas, actores, actrices, cantantes…) cobran un valor extraordinario y todo parece girar alrededor de ellos. De modo que no es de extrañar que nuestros que hijos e hijas quieran imitarles y parecerse al máximo llevando el estilo característico de esas estrellas, frecuentemente efímeras, que brillan en el firmamento del adolescente.

A todo esto se le suma la presión del grupo, el miedo a no ser aceptado o a hacer el ridículo, el gustar a los demás y ser atractivo. Este es el coste de ser adolescente hoy en día. Y para que ni ellos ni nosotros debamos pagar un precio muy alto es importante que lleguen con la mejor de las equipaciones posibles: una gran mochila cargada de inteligencia emocional, con sus habilidades sociales en plena forma y una autoestima lo más fuerte y resistente posible. Solo de este modo serán más capaces de hacer frente a la presión del grupo y tomar sus propias decisiones sin miedo a ser rechazados por negarse a hacer algo con lo que no están de acuerdo, hablamos también del consumo de alcohol y drogas con las que empiezan a tontear cada vez a menor edad.

Dicho esto y aclarados algunos de estos puntos podremos entender mejor por qué nuestros hijos e hijas un día llegan a casa deseando colocarse un piercing, hacerse un tatuaje o cortarse el pelo de una determinada manera o llevar minifaldas o shorts demasiado cortos para ir a otros sitios que no sean la playa o la piscina.

Piercings, tatuajes y pelo rapado... ¿Moda o rebeldía?

Los piercing, los tatuajes, etc. en hijos adolescentes

Piercings, tatuajes y pelo rapado de formas diferentes ya sea por partes o como sea que lo quieran llevar no es otra cosa que un modo de expresar una forma de ser, unos gustos y un estilo que, a estas edades, cualquier adolescente quiere sentir como propio, diferenciador o como forma de unión a un colectivo al que tanto desean pertenecer.

Y es que en la adolescencia sentirse parte de un grupo es vital para nuestros hijos. Una fase en la que los padres pasamos a ocupar un papel secundario y dan paso a los amigos, ahora, las personas de mayor influencia y referencia para ellos. Chicos y chicas se unen en grupos de amigos con los que compartir el tiempo, ideas, música, diversión, ocio … Estar fuera de ellos significa estar solo, apartado, aislado, ser el raro, el diferente, … y por tanto excluido de todo. De modo que una forma de demostrar la afinidad y la búsqueda de aceptación y adhesión al grupo puede ser mediante signos externos como la ropa, peinados, tatuajes…

Y cómo debemos actuar como padres

Cuando nuestro hijo o hija llega a casa con la idea de tatuarse, colocarse un piercing, un aro dilatador o quiere salir con una ropa que no nos parece adecuada ¿qué hacemos? ¿Prohibimos o negociamos? ¿Hablamos o silenciamos su necesidad de querer ser?

Sabemos bien que según demos respuesta a estas cuestiones de un modo u otro conllevará a un tipo u otro de relación con nuestros hijos adolescentes. Personas que nos guste o no, empiezan a demostrar que tienen criterio propio y que desean ser escuchados, respetados y tenidos en consideración. No obstante, seguimos siendo sus guías, y como tales debemos advertirles de los riesgos y las consecuencias de lo que quieren llevar a cabo. Necesitamos convencerles sin sermonearles, porque los sermones no sirven de nada y menos a esta edad en la que necesitan aprender por sí mismos, equivocarse y poder levantarse con nuestra ayuda si así la solicitan.

Siempre que he tenido la ocasión de decirlo he dicho que ese adolescente que hoy tenemos delante y del que tanto nos quejamos no ha aparecido de la nada. Ese niño que ahora batalla consigo mismo por dejar de serlo para convertirse en un adulto responsable, se ha ido desarrollando dentro de un sistema familiar con más o menos normas, límites, diálogo o confrontación. Por lo general, el sistema de valores de los hijos suele coincidir con el de los padres siempre y cuando no hayamos caído en el error de ser excesivamente permisivos, sobreprotectores o autoritarios. En estos casos puede darse el caso que aparezcan conductas de oposicionismo, rebeldía o pasotismo. Por tanto la mejor de las opciones con un adolescente es el diálogo y la negociación en contra de los sermones y los castigos.

La adolescencia es una de las etapas vitales de mayor carga y expresión emocional en la que los padres debemos seguir siendo modelos de conducta, y la mejor de las pautas que podemos dar es aprender a escucharles (incluso cuando callan) y estar ahí para actuar como paracaídas. Nos guste o no, nuestros hijos no han venido al mudo para cumplir nuestros sueños si no a vivir los suyos, incluimos las pesadillas a las que intentaremos educarles desde pequeños para que las sepan evitar.

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