La aventura de tener un hijo sonámbulo

Cosas que pasan cuando tienes un niño sonámbulo

Patricia Fernández, Periodista
En este artículo
  1. La experiencia de tener un hijo sonámbulo

Recuerdo de pequeña como en una película había una mujer que se levantaba sonámbula por la casa y encontraba una puerta en su casa que no estaba allí cuando estaba despierta. A través de la puerta descubría nueva gente y más habitaciones, pero solo podía entrar a través de ella cuando estaba dormida. Aquello me impactó muchísimo, y recuerdo que, por aquellos años, ser sonámbulo era algo que se percibía con mucha preocupación por parte de los padres.

Mi madre hablaba en sueños, y a mí me encantaba escuchar lo que decía, aunque casi nunca tenía sentido; por la mañana no recordaba nada. En la actualidad, una de mis hijas mellizas es sonámbula, y la otra no, así que no creo que sea hereditario. En cualquier caso, tener un hijo sonámbulo es toda una aventura.

La experiencia de tener un hijo sonámbulo

La gran aventura de tener un hijo sonámbulo

La que es sonámbula es un culo inquieto que no para ni de día ni de noche; da tantas vueltas entre las sábanas, que alguna vez la hemos tenido que rescatar del efecto momia. Además tiene otras peculiaridades como son: ser más inmadura emocionalmente, de vez en cuando se hace pis en la cama con casi 7 años, y ronca como un oso pardo durante la noche, lo que le impide descansar totalmente; es decir, el manual completo del sonámbulo.

La primera vez que la vimos levantarse pensábamos que estaba despierta y que quería hacer pis, ya que no hay noche que no se levante un par de veces para ir al baño, muy a pesar de mi marido, que es el que se percata de la situación porque yo normalmente duermo como si me hubieran dado un martillazo en la cabeza.

Así que, el pobre se levantaba cada noche para llevarla al baño, porque a pesar de pasar por delante de la puerta del baño, viene a nuestra habitación directamente. Sin embargo, uno de los días en los que yo me desperté, vi a la niña de pié al lado de nuestra cama mirándonos con los ojos muy abiertos, sin hacer ni decir nada, solo nos miraba. Había venido como un fantasma y allí se había quedado. Con los pelos como escarpias, desperté a mi marido y le dije en bajito: “cariño, mira la niña, yo creo que es sonámbula, porque de lo contrario me está dando muy mal rollo”. Como si de un espectro de tratase, nos miraba fijamente sin hacer ningún gesto; le preguntamos que si quería ir al baño pero no nos oía, o por lo menos no contestaba. Al final decidimos sentarla a hacer pis, y cuando terminó se fue a la cama tranquilamente. Al día siguiente no se acordaba de nada.

Este episodio se repite más o menos una vez a la semana, siempre igual, aunque hay veces que viene corriendo y se planta delante de nosotros para decirnos cualquier cosa incomprensible del tipo: ya le he puesto los pendientes al gato; o papá tengo los pies puestos al revés. Os puedo asegurar que da un repelús tremendo, pero nos han asegurado que no hay nada peligroso en ello, aparte de que a nosotros nos pueda dar un paro cardíaco del susto. 

El médico nos dijo que era muy habitual en niños entre 4 y 7 años, y que se solía pasar en la adolescencia. Nos recomendó no despertarla para no asustarla, aunque el mito de que puede morir del susto al despertarse no es cierto, también conviene despejar el camino que recorre para evitar caídas, llevarla de nuevo a su cama, y cerrar las puertas con cerrojo, no fuese a ser que cambiase de rumbo y quisiera ir a hacer pis al baño del vecino. Por lo demás resulta bastante cómico todo lo que hace y lo que dice, así que casi cada noche tenemos un espectáculo asegurado, aunque mi marido preferiría que de vez en cuando me despertara a mí y no siempre a él. 

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