Ser una mamá pesada tiene su lado bueno

Por qué ser una mamá fastidiosa ayudará a nuestros hijos en el futuro.

En este artículo
  1. A veces ser una madre tan pesada no es tan malo

"Termina la leche", "recoge los juguetes", "vete a la ducha", "ponte la bufanda"... las mamás parece que siempre estamos dando órdenes y mandatos como si fuéramos capitanas del ejército.

Cierto es que, en ocasiones, las madres somos un poco pesadas pero, ¿qué sería de la organización y educación de nuestros hijos si no fuésemos tan fastidiosas? Si te acuestas pensando que eres un ogro y que siempre estás regañando a tus hijos, levanta el ánimo, te contamos el lado positivo de todo ello.

A veces ser una madre tan pesada no es tan malo

Lo bueno de ser una madre pesada

Como madre de tres hijos tengo que confesarlo, o me pongo un poco sargento o el día a día se vuelve un caos. Ser una mamá pesada tiene, por supuesto, sus desventajas, tanto para los niños como para ti misma.

He pensado muchas veces en lo cansina que resulto a veces, tanto que me harto hasta de escucharme, sin embargo, en esta ocasión, en lugar de criticarme por ser así con mis hijos, prefiero pensar en las cosas buenas que resultan cuando una es una mamá un poco fastidiosa, espero que te sirvan a ti también:

- Estas imponiendo normas y límites: algo fundamental, según todos los expertos para los niños. Los necesitan en su aprendizaje y para desarrollarse plenamente, para adaptarse al entorno, para poder crecer, para tener éxito futuro...

- Forjas su carácter: los niños todavía no tienen un criterio maduro, lo están forjando y tu, estás facilitando ese camino, aunque sea a fuerza de ser muy pesada.

- Regulas su conducta: los niños están aprendiendo a comportarse, y tu le estás enseñando a hacerlo para evitar que tengan problemas de conducta más adelante. Serán menos impulsivos y descontrolados.

- Impones rutinas: las rutinas son fundamentales en la infancia, hace que los niños sean más organizados, menos perezosos y más responsables.

- Cuidas de su bienestar: si no fuésemos tan pesadas con cosas como preocuparnos porque el niño vaya bien abrigado, enfermaría más; si no nos preocupásemos de que recogiese sus juguetes, sería un desordenado; si no insistiéramos en que tome fruta, no estaría realizando una alimentación completa...

En cualquier caso, no está de más que las madres y los padres hagamos examen de conciencia constantemente y analicemos si lo hacemos bien o lo podemos hacer mejor. Las madres podemos ser las personas más pesadas del mundo, quizás en ocasiones, podamos serlo, un poco menos... ¡pero sólo un poco!

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