La realidad de la maternidad invisible - ¿Por qué estoy tan agotada?

Cuando las madres se sienten tan abrumada por no poder llegar a todo que hasta les da la impresión de que pasan desapercibidas

Beatriz Martínez, Maestra y Periodista
En este artículo
  1. La maternidad puede llegar a ser realmente agotadora y volvernos invisibles
  2. El corto que retrata cómo las mamás se vuelven o pasan desapercibidas
  3. ¿Algún día dejaré de sentirme tan agotada? Sí, también pasará

La maternidad es tan mágica y maravillosa que cuesta sacarle un lado negativo, pero lo tiene. A veces no vemos o no queremos ver la realidad de la maternidad invisible. '¿Por qué estoy tan agotada?' es la pregunta recurrente y confieso que hay veces que me siento tan agotada, tan abrumada por no poder llegar a todo que hasta me da la impresión de que paso desapercibida.

Si nos fijamos, los primeros años de la maternidad suelen ser muy abrumadores (incluso en cualquiera de las siguientes etapas) porque estamos de acuerdo que lo mismo nos preocupa que nuestro bebé se caiga o no coma bien, como que nuestro adolescente la pase mal en el colegio o no nos haga caso. Pero ¿por qué será que ser madre de niños pequeños es una etapa tan bonita y a la vez tan intensa?

La maternidad puede llegar a ser realmente agotadora y volvernos invisibles

La realidad de la maternidad invisible

Recuerdo como si fuera ayer cuando estaba embarazada de mi primer hijo ¡y ya casi va a cumplir once años! Una de mis mejores amigas me dijo: 'que sepas que a partir de ahora casi nadie te va a preguntar cómo te sientes tú, solo se van a centrar en cómo está tu bebé'. Y sí, no sé en qué momento perdí hasta mi nombre para ser 'la mamá de...'

Otra de mis amigas cercanas me dijo: 'duerme ahora todo lo que puedas, que con un bebé recién nacido es complicado descansar bien'. ¡Vaya razón que tenía! Dormir es de las cosas que nunca se recuperan por completo: ya no duermes igual ni cuando es bebé ni cuando es mayor. También recuerdo que la familia me decía que iba a ser maravilloso y que nada iba a cambiar tanto como para asustarme.

Pero lo que nadie me dijo nunca con estas mismas palabras es que en algún momento me iba a convertir en invisible, al punto de que lo que hago nadie lo ve. No porque la atención recayera en el hijo o porque las horas de sueño fueran solo minutos, sino porque hay tantas y tantas cosas por hacer que no llegas a todo, el mal humor aparece y en tu cabeza ronda una sola frase ¿por qué he sido madre? ¡En qué lío me he metido!

Aunque suene cruel pero sí nos lo planteamos y quien diga que no ¡miente! Y ojo, con esto no decimos que no queremos a nuestros hijos, lo que nos abruma es la maternidad o más bien lo que conlleva: el hacer mil cosas a la vez, el estar atentas a que el niño no se caiga, coma sus verduras, que la comida esté lista a tiempo y que la casa esté como sacada de revista. Nada de eso se logra sin perder un poquito la cabeza.

El corto que retrata cómo las mamás se vuelven o pasan desapercibidas

Corto que retrata la maternidad, Mother

Hace poco me hablaron de un vídeo llamado Mother, el mutipremiado corto sobre la maternidad, que versa sobre todas aquellas madres agotadas e invisibles, es decir, de todas nosotras. Así que lo vi y me sentí tan identificada que me dieron ganas de romper a llorar. Simplemente me ha hecho darme cuenta de que nadie me ve, que paso desapercibida en algún momento.

En el vídeo se ve a una mamá que no da abasto: tiene que tender la ropa, coger al bebé en brazos que no deja de llorar, recoger lo que sus hijos mayores han tirado y para colmo se pone a llover mojando el suelo del salón por culpa de una gotera. De repente esta madre se queda parada como una estatua y ¡se ha vuelto invisible! Tal cual nadie la ve, nadie la nota... y así es también en la vida real.

Tantas y tantas cosas que hay que hacer en cada día y querer hacerlas todas bien hacen que una se sienta tan cansada que parece volverse invisible: nadie la ve, nadie se da cuenta de las mil y una cosas que hace, nadie parece percatarse de que ella también quiere un rato solo para ella. ¡Es un lujo sentarse 5 minutos! Ya mejor ni hablamos de tomar una siesta, es más, ni al baño nos da tiempo de ir.

Desorden de la casa agota a las madres

¿Qué sucede si al final del día estás tan abrumada que sueltas un grito o dejas alguna de las tareas sin hacer? Sí, yo también estoy pensando en la culpa. Ese cansancio extremo me lleva a pensar en las cosas que podría mejorar en lugar de decirme a mí misma: 'no te preocupes, lo estás haciendo genial'. En ocasiones me digo que tal vez podría haber sido un poco más amable a la hora del desayuno y no meterles tanta prisa por llegar a la escuela.

O que quizás debería haberles leído un cuento de buenas noches en vez de decirles que se fueran ya a la cama para tener mi ratito de descanso. No me malinterpretes, para nada quiero ser una madre perfecta, quiero ser una mamá real, con sus defectos y sus virtudes. Es solo que en ciertas ocasiones te ves tan sobrepasada por todo que tu mente no puede evitar volverse pesimista.

¿Algún día dejaré de sentirme tan agotada? Sí, también pasará

¿Dejaré de sentirme agotada?

Pero entonces y solo entonces es cuando hago acopio de todas mis fuerzas y me digo que sí, que lo estoy haciendo genial, no pasa nada por dejar la cocina sin recoger o la ropa sin planchar por unos días, ¡no pasa nada! Que también vale decir a los niños que esta vez ellos tienen que colaborar con las tareas del hogar, como ordenar la ropa, mientras que mamá lee unas páginas de su libro favorito.

¿Sabes por qué? Porque quiero que mis hijos vean desde su más tierna infancia que su madre es una buena madre, una persona, una mujer y que también tiene necesidades, gustos y preferencias. Así que nada de llegar a todo una sola ¡somos un equipo!

¿Te has fijado que en el corto la madre deja de ser invisible? Y todo gracias a que sus hijos mayores se ocupan de quitar la ropa de la cuerda antes de que la tormenta la moje, de poner un cubo de agua para la gotera y de ofrecer al bebé su chupete para que se calme.

Por muy positiva que me sienta en este preciso instante sé que en algún otro momento, más tarde o más temprano, de la infancia de mis hijos volveré a ser invisible para ellos y hasta para mí misma. Pero también tengo la certeza de que después me miraré en el espejo y mi sonrisa será la de siempre. ¿Sabes cómo lo lograré? No dejándome presionar: las cosas de la casa van y vienen, su infancia no y mejor decido disfrutarla.

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