¡Mi hijo es estupendo! ¿Y el tuyo?: Las comparaciones son odiosas

Las comparaciones que hacen las madres de sus hijos

Patro Gabaldón, Periodista
En este artículo
  1. Las comparaciones de los padres

Aunque todos alguna vez hemos caído en la tentación de hacer comparaciones de nuestros hijos con otros niños, sobre todo con la sana intención de cambiar una conducta que creemos inadecuada en ellos, creo que, en la mayoría de los casos, no es justo ni para nuestros hijos ni para nadie, que estemos comparando a ellos como si fueran un producto.

Las comparaciones de los padres

Las comparaciones de las madres

La comparación del precio de productos, o de la calidad de una ropa, etc., es necesaria, pero comparar un niño con otro niño, no tiene sentido y no aporta nada ni a los niños ni a sus padres.

En cierta ocasión estaba paseando con mi sobrinita, María se llama; íbamos solas, sin su mamá, y entramos a un establecimiento infantil para pasar la tarde. Allí me abordó una mamá con su preciosa niña de 10 meses y, para entablar conversación, me comentó amablemente lo graciosa que era María y me preguntó el habitual "¿cuánto tiempo tiene?" Le contesté que un añito largo y le hice saber, a mi vez, lo linda que era su niña. Eso fue lo único que necesitó para hincharse de orgullo.

A continuación, comparando a su hija con María, soltó una retahíla de virtudes y encantos de su pequeña: "a los cinco meses le salieron sus primeros dientes, duerme del tirón toda la noche, come estupendamente, dice muchas palabritas, hace todo tipo de gracias que nos trae locos de contentos..." Estuvimos casi diez minutos, en los que además añadía sorprendida preguntas como: "pero tu niña ¿no tiene dientes todavía?", "¿todavía no sabe caminar?", queriendo hacer notar que, desde su experiencia, mi sobrina estaba retrasada en su desarrollo motriz y físico, para lo que correspondía a su edad. Os podéis imaginar que las impresiones de la señora me iban resultando cada vez más enojosas.

Aunque mi sobrina estaba feliz cambiándose juguetes con la pequeñina de la tienda y yo escuchaba educadamente, sus continuas comparaciones y preguntas, me resultaban algo malintencionadas. Mi falta de experiencia en niños creó en mí cierto desasosiego sobre si era o no correcta la evolución de María, ya que como aquella mamá bien notó, no tenía un solo diente en su boquita y aunque se sostenía en pie con bastante soltura, no andaba todavía.

Seguro que también vosotras os habéis topado alguna vez con alguien que presume de que su hijo/a es estupendísimo, de alguna manera comparándolo con el vuestro. Pues bien, fuera de que podamos sentir en estos casos cierta incomodidad o incluso "ansias de revanchismo", debemos tener los pies en la tierra, ser realistas para apreciar, al igual que las virtudes de nuestros hijos, los posibles defectos o limitaciones que pueden tener, para valorar los logros de nuestros hijos sin necesidad de comparativas.

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