Saber decir No también educa a los niños

Con el 'NO' los niños aprenderán a desarrollar seguridad en sí mismos

Marisol Nuevo, Periodista
En este artículo
  1. Decir NO a los hijos no le harás mal sino todo lo contrario

Estaba en el hipermercado haciendo la compra, cuando empecé a escuchar el llanto de un niño a mi espalda. Su mamá le llevaba montado en el carro y, mientras avanzaba por el pasillo de los aperitivos, el niño alargaba sus bracitos para alcanzar alguna de las atractivas bolsas que tenía delante.

Ante la negativa de su firme mamá, su llanto era desconsolado y ella optó por bajarle del carrito de la compra. Entonces se tiró al suelo y comenzó a montar una rabieta de escándalo ante el desconcierto de su madre.

Decir NO a los hijos no le harás mal sino todo lo contrario

Rabietas infantiles

En esta situación nos hemos visto muchos alguna vez. ¿Qué podemos hacer? En primer lugar, no te desesperes. Decir no también educa, sobre todo, si se hace bien desde que es pequeño y con firmeza para que no pueda tomarte la medida. Y es que la tolerancia a la frustración es un valor que se aprende y que los padres debemos alimentar desde el principio para evitar berrinches innecesarios cuando son niños y otros males mayores cuando son adultos.

Es inútil pretender cambiar el carácter de nuestros hijos, cada uno es diferente al otro y debemos aceptarlos como son, pero sí que podemos corregir su comportamiento cuando no es el correcto. Con los caprichosos, los de fuerte carácter y con los de ideas fijas hay que luchar más, pero merece la pena hacerlo por su estabilidad emocional en un futuro. Y si es posible, en su defensa, hay que evitar pasearles por un lugar cargado de productos y objetos tan atractivos para ellos que no puedan resistirse a la invitación al consumismo.

Numerosos psicólogos sostienen que, a medida que crecen, poco a poco, deben ir aprendiendo que cuando sus deseos no son satisfechos de inmediato o cuando se tienen que conformar con otra cosa no se puede montar un escándalo en forma de pataleta o rabieta que ponga a prueba la resistencia de la paciencia de los padres, que se debaten entre aguantar un poco más a ver si se le pasa o ceder a los deseos de su pequeño tirano.

Cediendo solo lograremos empeorar las cosas, porque aunque puntualmente la resolución del conflicto termina antes, a la larga serán adultos que no soportarán que las cosas no salgan como ellos quieren y cada contratiempo se convertirá en una verdadera catástrofe. Si para una persona que tolera la frustración, los inconvenientes son una molestia, para alguien que no ha aprendido a tolerarla se convertirán en motivos de depresión o angustia.

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