Que los niños no tengan miedo a cometer errores de los que aprender

Debemos enseñar a nuestros hijos a reconocer y aceptar sus equivocaciones para resolverlas

Fran Chuan, Experto en innovación
En este artículo
  1. No podemos permitir que los niños tengan miedo a sus errores
  2. Cómo enseñar a tus hijos a asumir y aprender de sus errores
  3. El castigo fomenta que los niños tengan miedo a probar cosas nuevas
  4. La importancia de romper el estigma de las equivocaciones

Todos cometemos errores, y eso es fantástico pues los fallos son una oportunidad para aprender. De ahí, la importancia de que los padres animemos a nuestros hijos a aprender de su experiencia, aunque se hayan equivocado. Si les castigamos cada vez que no hacen algo bien, estaremos fomentando que los niños tengan miedo a cometer esos errores de los que tanto pueden aprender.

No podemos permitir que los niños tengan miedo a sus errores

Niños con miedo de cometer errores

Reconocer los errores es cosa de valientes y esta no es una exageración. Cuando somos capaces de identificar que hemos cometido un fallo, hacernos conscientes de nuestra participación en el mismo y actuar en favor a resolverlo, es cuando estamos siendo personas íntegras y no solamente ocurre cuando intentamos perseguir la perfección para que todos nos halaguen.

Los niños tienen la capacidad de aprender más rápido de sus experiencias y por ende, los errores a su edad traen mucho conocimiento provechoso, el problema es que algunos padres los evitan, por no hacerles sufrir o por ver cumplidas sus expectativas. Errar es de humanos y nadie está libre de cometer algunos de ellos, mucho menos los más pequeños de la casa, quienes son más propensos a hacer cosas sin conocer sus consecuencias.

Por ello debemos dejar a un lado el miedo y el dogmatismo al negarlos o pretender que los hijos no son capaces de asumir responsabilidades por sus acciones. Este es el tema que hablaremos a continuación, cómo hacer que los pequeños asuman sus responsabilidades y que arreglen sus equivocaciones.

Cómo enseñar a tus hijos a asumir y aprender de sus errores

Enseñar a los niños a aceptar sus errores

Para que los niños aprendan de sus errores primero deben cometerlos, luego hay que enseñarles qué es lo que hicieron mal y cómo arreglarlo. Esta es la regla general para educar a los pequeños sobre responsabilidad, pero también es muy fácil romperla por los padres. Por ejemplo, cuando un pequeño rompe algún jarrón, tira un vaso de jugo, hace de forma incorrecta la tarea, se coloca la ropa al revés, toma algo que no debe, etc., en lugar de corregirlo se le castiga y ambas no son sinónimos.

Imagina que todos fuésemos como un glosario en el que justo al lado del 'qué' se encuentre la respuesta correcta, pero no en todo momento podemos darla así que cuando nos equivocamos, nos castigan. Nadie querría salir de su zona de confort en este escenario pues todos tendríamos miedo de intentar algo nuevo, por si nos equivocamos y recibimos ese castigo.

Ahora ¿qué sucede en el caso de los padres flexibles que siempre tienen una reflexión que dar? Pues esos padres pueden permitir que se experimente en casa con dos condiciones:

- Que no se utilice la tercera persona para explicar algo. Por ejemplo, si tu niño o niña vuelca un vaso, no dices 'el vaso se ha volcado' sino que se dice: 'me he movido demasiado rápido y he volcado el vaso'.

- Que todo tenga una enseñanza. Así el niño aprenderá a que debe moverse más despacio para no volcar el vaso.

[Leer +: Cuento para aprender a aceptar los errores]

El castigo fomenta que los niños tengan miedo a probar cosas nuevas

Niños que aprenden de sus errores y fallos

¿Funcionan los castigos que se dan a los niños de manera injustificada por un error simple que puede ser solucionado con facilidad o que no causa una consecuencia grave?

Por ejemplo, siguiendo con la línea anterior, cuando los padres dicen '¡Has roto el vaso!' o '¡El vaso se ha roto!' y luego vienen los gritos, discusiones, señalamientos o manotazos... ¿Se está ofreciendo algún tipo de aprendizaje a los niños? Todo lo contrario. Con los castigos y este tipo de reacciones se está cultivando el miedo a experimentar y la inseguridad propia.

[Leer +: ¿Los padres causamos respeto o miedo a los niños?]

Además, los mismos padres debemos reconocer que en una situación como la que hablamos del jarrón roto, también nosotros hemos cometido un fallo: cuando compramos un jarrón, porcelanas decorativas o vajillas de cristal, debemos entender que se pueden romper con mucha facilidad ante cualquier eventualidad y más si se tienen hijos pequeños en la casa. Por lo que hay que saber qué sitios estratégicos son más convenientes para colocarlos.

La importancia de romper el estigma de las equivocaciones

Qué aprenden los niños de sus errores

De nuevo, errar es de humanos y en los ejemplos que hemos estado viendo a lo largo del artículo te has podido dar cuenta de ello, si los adultos cometen errores y los enmiendan ¿por qué los niños no pueden hacerlo? Es por eso que es necesario romper con ese paradigma de causa y efecto tan limitativos, 'si haces algo mal sin intención te doy un castigo severo'.

¿Por qué es importante romperlos? Céntrate en esta situación, cuando tu hijo o hija se haga adulto y esté trabajando en alguna organización, se vea enfrentado a una situación que no se encuentre en el manual de instrucciones y deba resolverlo por sí solo, sin la ayuda de sus padres, ¿qué hará? Pueden surgir dos casos:

- Si ha aprendido que debe esperar un castigo tras hacer algo, entonces se quedará paralizado por completo.

- Si ha recibido una educación donde ha aprendido de sus errores, entonces puede poner en funcionamiento su creatividad.

Hay que recordar que en el mundo que vivimos y el que nos espera, necesita de gente creativa y dinámica. Ya el nivel de conocimiento y la información que se posee no es tan relevante como las habilidades proactivas que se desarrollan a partir de ese conocimiento y cuánta innovación podemos aportar, siendo esta última el resultado de lo que aprendemos a través de la curiosidad, la imaginación y la creatividad.

En conclusión, si penalizamos a nuestros hijos con los errores, estamos dando paso a una generación poco innovadora y que no se atrevan a desarrollar todo su potencial.

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