Qué siente una mujer cuando desea un parto natural y tiene una cesárea

Los riesgos para la madre y el bebé de sufrir preeclampsia en el embarazo

Sandra Llorente, Periodista
En este artículo
  1. Sentimientos encontrados. De pensar en un parto natural a pasar por una cesárea
  2. Riesgo de sufrir preeclampsia en el embarazo
  3. Ser madre y recuperarse de una cesárea

Mi plan de traer a mi hija al mundo siempre fue un parto natural, pero tuve que ser intervenida por cesárea. Fue algo que, por supuesto, yo no elegí pero que vino así por la naturaleza. No me pude oponer, por mi hija y por mí, pero un cúmulo de sensaciones me invadieron. Con mi relato quiere ayudar a otras mujeres que, como yo, deseaban un parto natural y tuvieron una cesárea. Estoy fue lo que sentí y lo que quiero compartir contigo. 

Sentimientos encontrados. De pensar en un parto natural a pasar por una cesárea

de parto natural a cesárea

Durante todo el embarazo deseé profundamente tener un parto natural. Era algo que me parecía condición casi necesaria para cerrar ese ciclo tan maravilloso de la gestación. Recuerdo que cuando hablaba con otras embarazadas que sentían miedo ante el inminente parto, yo siempre les decía que para mí era algo que deseaba experimentar. ¿Dolor? No me asustaba, pensaba: 'Si millones de mujeres han parido durante millones de años, ¿por qué yo no?'. Incluso recuerdo que soñé con mi parto, un parto muy tranquilo y sin dolor... Quizás fue un sueño premonitorio, ya que la anestesia de la cesárea funcionó a la perfección: ¡No me dolió nada!

Aquí en México muchas mujeres deciden programar su parto para hacerse una cesárea. Para mí, esta nunca fue una opción, y desde el principio se lo dije a mi ginecóloga. Yo quiero parto natural. Mucho menos me planteaba tener a mi hija antes de que ella misma deseara nacer. Desde mi punto de vista, el parto natural era una manera de asegurar el bienestar de mi bebé. Y lo sigo pensando, porque ¡no tuve un parto natural!

Riesgo de sufrir preeclampsia en el embarazo

sufrir preeclampsia

La preeclampsia me llegó por sorpresa. De un día para otro me subió la presión y los niveles analíticos empezaron a dispararse. No miento cuando digo que pensé que no iba a soportarlo y que solo tenía en mi mente que mi bebé se salvara. En menos de una semana me encontraba en el hospital, con la doctora diciéndome que me estaba deteriorando demasiado rápido y que en ese punto ella no podía asegurarme que la bebé estuviera mejor dentro que fuera de mi vientre (me encontraba en el principio de la semana 37). Ni siquiera tuve tiempo de hacerme a la idea de que mi hija nacería por cesárea. Me metieron en quirófano, me anestesiaron y me operaron. Efectivamente, no me dolió nada (al menos durante el parto).

Por supuesto, en el momento no lo pensé dos veces y accedí a practicarme una cesárea. El instinto de supervivencia combinado con el materno no me hizo ni parpadear. Sin embargo, lo malo vino después, cuando mis pensamientos afectados por el cambio hormonal y, lo reconozco, por mis propios prejuicios, se cruzaban sin control en mi mente.

Ser madre y recuperarse de una cesárea

ser padre y pasar por una cesárea

Recuerdo que los primeros días ni siquiera era capaz de decir que había tenido un parto. '¿Una cesárea es un parto?', me preguntaba mientras me auto contestaba que no. Obviamente, con pensamientos así, estaba al borde de una depresión postparto, pero es que no podía concebir la manera en que había nacido mi hija.

Mi plan de parto se había ido al garete (a la chingada, dirían aquí en México). Al menos me quedaba el piel con piel, que sí pude disfrutar y experimentar con mi hija tras el parto. Creo que fue uno de los momentos más increíbles y felices de mi vida. Todavía puedo cerrar los ojos y sentir a mi hija junto a mi pecho, y recordar esa sensación de alivio al saber que estaba viva y bien, el sentirme tan afortunada de poder conocerla y tenerla cerca...

Después vino la recuperación de la cesárea. Los dolores, las curas y, lo que para mí fue lo peor, no poder casi ni moverme. No poder agacharme para tomar a mi hija de la cuna, no poder pasear a mi hija en brazos porque no podía soportar peso.... Fue desesperante, ya que sentía que no podía hacer la función de madre, por lo que mi negatividad hacia la cesárea iba en aumento.

En realidad, no tenía mucho sentido seguir con esos pensamientos, porque la cesárea no fue algo en que pudiera tener el control y fue la mejor decisión que se pudo tomar en el momento para el bien de las dos. Pero los pensamientos racionales no me funcionaban demasiado en esos momentos, la verdad.

No fue hasta que un día hablé con mi prima, que fui capaz de cambiar el chip. Mi prima había pasado por dos cesáreas y, ante mis quejas, ella me dijo que sabía cómo me sentía, pero que no me hiciera la fuerte, que me dejara cuidar, que pasaría. Tras terminar la videollamada me di cuenta de que todos mis pensamientos estaban influidos por unas exigencias acerca de mi parto que yo misma me había impuesto.

Jamás se me ocurriría pensar que mi prima o las amigas que tengo y que han pasado por un parto por cesárea no hubieran parido. Tampoco pensaría que una mujer que ha sido intervenida quirúrgicamente fuera una mala madre porque en los primeros días de recuperación no hiciera 'todo' lo que se supone que una mujer recién parida hace. ¿Por qué yo misma iba a imponerme unos pensamientos tan dañinos para mi felicidad? ¿Por qué me estaba ahogando en un mar de estigmas sociales totalmente marcados por 'el deber ser' de las mujeres?

Me di cuenta de que mi negatividad era totalmente creada por mis ideas fijas sobre el parto y que incluso estaba siendo patriarcal y opresora conmigo misma. '¡Basta!', pensé y añadí: 'Tengo todo el derecho a sentir que he parido', 'tengo todo el derecho a ser ayudada en el cuidado de mi hija y a sentir que soy buena mamá'. Como por arte de magia mi mente se calmó, y desde ese momento decidí que jamás me volvería a sentir así, y que cuando mi hija fuera mayor y me preguntara por su nacimiento, yo le contaría con orgullo cómo fue mi parto y lo valientes que las dos fuimos. Porque realmente así fue, y porque me merecía sentirme bien conmigo misma, fuera como fuera mi parto.

No sé si todas las embarazadas que pasan por una cesárea aunque deseen un parto tienen sentimientos similares. Supongo que cada mujer se siente diferente, pero por si sirve de algo a alguna mujer que esté pasando por esta situación, me ayudó mucho expresar mis sentimientos, hablar con mujeres que habían pasado por cesáreas y, lo más importante, abrir mi mente ante otras posibilidades igual de válidas al parto natural.

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