¡Adiós castigos! ¿Por qué las consecuencias educativas sí funcionan?

Mientras el castigo solo sanciona, la consecuencia educativa corrige la conducta

Fabiola Hernández Pérez, Periodista y editora
Revisado por María Luisa Ferrerós, Psicóloga infantil
En este artículo
  1. Por qué no funciona el castigo convencional y es contraproducente
  2. Emociones negativas que experimentan los niños cuando son castigados
  3. ¿Qué con las consecuencias educativas para niños? Ejemplos prácticos

El castigo convencional basado en 'te quedas sin jugar a la play, sin ver la tele o sin salir...' ya no tiene ningún efecto en los niños. La psicóloga infantil María Luisa Ferrerós, autora de libro '¡Castigado! ¿Es necesario?' reconoce que ese tipo de castigos no cuestan ningún esfuerzo al niño y no tienen relación directa con lo que ha hecho mal y, por tanto, más allá de la sanción puntual, no son de utilidad para corregir la conducta del niño en el futuro. Aquí, ¡adiós castigos! ¿Por qué las consecuencias educativas sí funcionan?

Por qué no funciona el castigo convencional y es contraproducente

Adiós a los castigos para los niños

Lejos del castigo físico, entendido como cachetada o bofetada, el castigo privativo que tan en boga ha estado en los últimos años, NO resulta efectivo. En la práctica, quedarse sin ver la tele, al niño no le supone ningún esfuerzo porque se puede poner a leer un cuento, a jugar al móvil o a la play, e incluso salir al patio con la pelota sustituyendo esa actividad por otra.

Decirle que se queda sin salir tampoco le va a suponer un problema porque en casa puede hablar con sus amigos por teléfono, a través del chat, del messenger o de otro tipo de redes sociales. La psicóloga Ferrerós asegura que 'ese tipo de castigos privativos no le suponen nada al niño y, por eso, no sirven como castigo. El castigo es una sanción, es mejor una consecuencia educativa'.

Dicha consecuencia viene detrás de una actitud inadecuada del niño que se quiere corregir para que pueda aprender y autocontrolarse. Corregir la actitud del niño para que no vuelva a hacer aquello por lo que ha sido castigado es lo que esperan los padres cuando aplican un castigo a sus hijos. Sin embargo, la queja es que al niño le da igual y hace lo mismo una y otra vez.

Expertos señalan que los castigos son contraproducentes porque NO conectan al niño con la lógica de su acción, además, generan frustración, ansiedad, baja autoestima, resentimiento y conductas desafiantes. El niño aprende a temer, no a comprender o reparar. Por eso, el castigo, lejos de solucionar, empeora la relación con los padres y afecta el desarrollo socioemocional.

Emociones negativas que experimentan los niños cuando son castigados

Emociones de los niños ante los cstigos

Cuando los niños son castigados, suelen experimentar emociones como miedo, rabia, humillación, tristeza o sensación de injusticia. Estas emociones no facilitan el aprendizaje, sino que bloquean la reflexión y generan distancia emocional con los padres. Para terminar con esta rueda sin fin, la psicóloga Ferrerós propone que 'el castigo educativo sea excepcional, coherente, firme y constante'.

'No puedes estar castigando al niño por todo, porque entonces se satura y no te hace caso de nada. Cuando tú pones un castigo lo has de cumplir, y es importante que sea adecuado a lo que haya hecho el niño. Por ejemplo, no puede ser que al niño se le caiga el vaso de agua y esté una semana sin salir'. Por tanto, los castigos son desproporcionados y nada coherentes.

Y algo fundamental: JAMÁS se debe recurrir al castigo físico. Las nalgadas o golpes no solo son ineficaces, sino dañinas, ya que el niño obedece por miedo y no porque entienda sus actos. Todo esto deteriora su autoestima y afecta su confianza hacia sus papás. A largo plazo, les puede producir ansiedad, agresividad y dificultades en sus relaciones sociales.

Ya no estamos en los tiempos en que al niño se le golpeaba para corregir, actualmente esto genera el efecto contrario e incluso hace niños más rebeldes, se rompen relaciones familiares y hasta se pierde la comunicación y la confianza con los pequeños. Es por eso que los castigos físicos o incluso los emocionales (dejarles de hablar) ya no deben aplicarse a los niños.

¿Qué con las consecuencias educativas para niños? Ejemplos prácticos

Consecuencias educativas para los niños

¿En qué se diferencian los castigos de las consecuencias educativas? La consecuencia educativa tiene que costar un esfuerzo al niño para que le ayude a autocontrolarse y para que la siguiente vez que haga aquello que está mal, el niño se lo piense dos veces. Esta es la característica más importante de la consecuencia educativa: que al niño le cueste algo.

Se prefiere hablar de consecuencias educativas más que de castigos, ya que estas no son sanciones humillantes, sino aprendizajes prácticos. Expertos explican que las consecuencias educativas son respetuosas, razonables y se enfocan en la solución de problemas. Así, los niños no actúan por miedo, sino porque entienden el impacto de sus actos y aprenden responsabilidad.

Como ejemplos de consecuencias educativas, que tienen que ser inmediatas, coherentes, aplicables y firmes, la psicóloga Ferrerós propone lo siguiente:

  • Si el niño no ha hecho los deberes por la tarde a la hora correspondiente: levantar al niño a las 6 de la mañana para que los haga.
  • Si no ha querido ducharse: a la mañana siguiente no tendrá ropa limpia para ir al colegio.
  • Si no se ha vestido a tiempo para salir al colegio: valora si puedes llevarle en pijama (compra uno que parezca un chandal).
  • Si no viene a cenar después de llamarle muchas veces: se retira la cena y se congela. Se le puede dar un yogur, nada más.
  • Si rompe un juguete, según la edad, puede intentar repararlo o buscar una solución.
  • Si pinta una pared, debe ayudar a limpiarla o si tira basura, recogerla. De esta forma, aprende responsabilidad sin humillación.
La actitud firme de los padres, saber decir que no y estar convencido de que lo que estamos haciendo es por el bien de nuestros hijos es lo más importante para que ellos comprendan que deben portarse bien. María Luisa Ferrerós reconoce que los padres de hoy en día, a la hora de educar a sus hijos, sienten inseguridad, pero como pareja siempre deben hacer equipo.

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