Ser buena profesional y buena madre al mismo tiempo... ¿es posible?

¿Cómo ser buena madre y profesional sin que la balanza se incline hacia un lado?

Raquel Oberlander, Periodista y publicitaria
En este artículo
  1. Ser buena profesional y ser buena madre, ¿cómo lograrlo? 

Voy a confesarles algo. Durante mucho tiempo creí que no se podía ser al mismo tiempo una gran madre y una gran profesional. Que se podía intentar ser más o menos buena en ambos campos pero que el éxito en ambos de forma simultánea siempre sería esquivo.

Porque, cuando las circunstancias me obligaban a poner foco y energía adicional en alguno de ellos, inevitablemente el precario equilibrio logrado se perdía y la balanza empezaba a inclinarse hacia uno, dejando del otro lado agujeros, temas sin resolver, cuentos sin contar, eventos a los que no podía asistir, amigos a los que no podía visitar, proyectos en los que no podía participar. ¿Se puede ser buena profesional y buena madre al mismo tiempo?

Ser buena profesional y ser buena madre, ¿cómo lograrlo? 

Ser buena madre y buena profesional... ¿Cómo?

Ser madre siempre fue difícil, pero hoy hay una exigencia social y cultural que nos hace sentir en la cuerda floja en forma casi permanente. Y de hecho, creo que la conciliación familiar - laboral es uno de los grandes temas que, como sociedad occidental, aún tenemos que resolver. 

A nuestra generación le tocó recoger los frutos de la revolución femenina, sin haber plantado aún las semillas de una estructura social que la haga verdaderamente posible.

Hablamos continuamente de los problemas de la educación, pero nos olvidamos que el primer agente socializador es la familia. Y que sólo niños con mejores valores que traigan desde su hogar, podrán construir una sociedad más justa.

Por eso un día entendí que no se trata solamente de un problema individual sino colectivo. Las mujeres no deberíamos afrontar solas o entre unas pocas amigas la angustia de no poder acompañarlos en la adaptación al jardín o el llegar a casa tan exhaustas que no tenemos fuerza para hacer los deberes con los niños. No se trata sólo de organizarnos mejor, ser un pulpo y tener 8 brazos o vivir haciendo malabares. 

Se trata también, de un problema que sobrepasa la órbita privada. Hay temas que nos competen a todos como sociedad. Porque  no se trata de lograr la máxima eficiencia en todos los roles sino de cambiar la mirada. 

Establecer una visión del éxito que incluya el bienestar personal, más que la aceptación y reconocimiento del afuera. Derribar prejuicios que nosotras mismas venimos arrastrando sin darnos cuenta. Porque cuánto más mujeres alcemos la voz en forma pública, más políticas de conciliación podrán generarse. 

Cuantas más mujeres ocupando cargos relevantes en ambientes públicos y privados, mejor podremos demostrar que la conciliación no es un costo económico sino tremenda rentabilidad social.

Porque una mujer motivada puede ocuparse de su familia y rinde más en el trabajo y porque niños mejor educados, contenidos, amados, nutridos física y espiritualmente logran una sociedad con menos violencia, adicciones y corrupción. 

Tenemos que entrar en un círculo virtuoso donde las acciones individuales logren reformas colectivas y esas reformas nos ayuden a que las acciones individuales no sean tan costosas a nivel emocional.  

Todavía queda un largo camino hasta que la flexibilidad de horarios sea algo aceptado en la mayoría de los lugares de trabajo y eso sólo sucederá si seguimos sacando el tema. Puede que las conversaciones sean difíciles, pero los beneficios serán muchos. No podemos cambiar aquello de lo que no somos conscientes, y una vez que lo somos, no podemos evitar cambiarlo. 

Alcemos cada vez más la voz para que las condiciones laborales no nos obliguen a renunciar al trabajo para poder cumplir con el rol de madres. 

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