Los ruedines de Hugo. Cuentos infantiles

Un cuento para niños sobre el esfuerzo y la superación

Estefanía Esteban, Periodista
En este artículo
  1. El esfuerzo de los niños y el coraje son ingredientes necesarios en su aprendizaje
  2. Hugo se da cuenta de que para superar un reto, hay que intentarlo

Con 'Los ruedines de Hugo', los niños se darán cuenta de que crecer significa superar retos. Y que los retos implican esfuerzo y perseverancia. Sólo con un poco de valor y coraje conseguirán superar los miedos y conquistar nuevos logros. 

Muchos niños tienen miedo de tropezar o equivocarse. Pero esos miedos pueden superarse. Sólo necesitan un poco más de confianza en sí mismos y la certeza de que podrán superar todo lo que se propongan.

El esfuerzo de los niños y el coraje son ingredientes necesarios en su aprendizaje

Los ruedines de Hugo

Hugo ya era mayor. O él se sentía así, muy mayor. Por eso no entendía que sus padres no quisieran comprarle una bicicleta de verdad. No un triciclo como el que tenía, sino una auténtica bicicleta de ciclista con la que convertirse algún día en campeón del Tour de Francia. Tanto insistió y tanto la deseó, que por fin, el día de su cumpleaños, sus padres le regalaron una preciosa bicicleta.

 - ¡¡Me encanta!! ¿Bajamos al parque a probarla?

Pero lo que no sabía Hugo es que eso de montar en bicicleta era mucho más complicado de lo que había pensado. Y ¡PUMBA! Hugo se pegó tal tortazo que hasta se le rompió un diente (menos mal que era un diente de leche, que estaba a punto de caerse).

Tras aquella caída, Hugo no quiso saber nada de la bicicleta. Aquella máquina era endemoniada y horrible y los ciclistas del Tour de Francia unos locos que arriesgaban su vida en aquel aparato peligrosísimo. Hasta que un día, Papá llegó a casa con un nuevo regalo: unos ruedines para la bicicleta.

Hugo probó con miedo aquel nuevo invento y comprobó con alegría que ahora sí podía dar pedales sin perder el equilibrio. Desde entonces, iba con ella a todas partes: a comprar el pan (aunque la panadería estuviera a la vuelta de la esquina), al cole (aunque el cole estuviera al final de su calle) y sobre todo, al parque, en donde muchos niños iban ya con bicicletas sin ruedines. Claro, que ellos iban más rápido que él...

- Hugo, ¿seguro que no quieres volver a intentarlo sin ruedines? – le preguntó un día su madre al verlo observar tan serio al resto de los niños.

- ¡No! Estoy muy bien así. Te espero abajo, Mamá.

Y al decirlo, Hugo se dejó caer por la cuesta. ¿Para qué quería montar en una bici normal? Él no quería perder el equilibrio y hacerse daño. Además, él también podía ir muy rápido y ganar el Tour con sus ruedines. Para demostrarlo, Hugo comenzó a pedalear con tanta fuerza que sintió como el viento le despeinaba el flequillo que se asomaba por su casco fosforito. ¡Era una sensación increíble! Tan bien se sentía, que sin darse cuenta cerró los ojos un instante y se dejó llevar, hasta que un gritito agudo le sorprendió tanto que a punto estuvo de chocarse con un árbol. Pero al tratar de evitarlo, cayó ruidosamente al suelo.

Hugo se da cuenta de que para superar un reto, hay que intentarlo

Un montón de ardillas con cara de malas pulgas le miraban fijamente.

- ¡Salvaje! Casi atropellas a una de nuestras compañeras.

Hugo no podía creer lo que estaba viendo: ¡Una ardilla que le hablaba!

- Bueno, solo es un niño pequeño. Fijaros, ¡si hasta lleva ruedines en su bicicleta!

Aquel comentario molestó mucho a Hugo. ¡Si él ya era mayor! Y además, ¿qué sabrían aquellas ardillas impertinentes de bicicletas?

- Pues sí, llevo ruedines, pero es que así no me caigo.

- Pero tampoco pensarás ganar ninguna carrera con esas diminutas ruedas, ¿no? Además, ¿quién ha dicho que no puedes caerte con ellas? ¡¡Si acabas de caerte!!– se carcajeó ruidosamente otra ardilla.

Hugo se quedó pensativo un momento, tan avergonzado, que la ardilla gris volvió a compadecerse de él.

- Si tanta vergüenza te da ir con ruedines, ¿por qué no te los quitas?

- Porque sin ellos no sé montar. Me caigo todo el rato y no me gusta.

- Claro, a nadie le gusta caerse, pero a veces no hay más remedio. Míranos a nosotras. Trepamos a los árboles, saltamos de rama en rama y rara vez nos caemos. Pero no fue siempre así. Cuando éramos pequeñas e inexpertas nos caíamos todo el rato. Pero no tiramos la toalla. Si lo hubiéramos hecho… ahora solo podríamos subirnos a los arbustos. ¡Qué rollo!

Hugo se dio cuenta de que aquellas ardillas tenían razón. Por mucho miedo que le diera volver a caerse, tenía que aprender a montar en bicicleta (sobre todo si quería ser ganador del Tour). Y en esos pensamientos andaba Hugo cuando las ardillas, muy nerviosas, comenzaron a correr y a subirse a lo alto de los árboles.

En aquel momento, Hugo descubrió que venía su madre.

- Hugo, ¿estás bien? ¿con quién estabas hablando?

A punto estuvo el pequeño de decirle que con las ardillas, pero luego lo pensó un momento. ¿Le creería Mamá si se lo contaba? Al fin y al cabo… ¡los mayores nunca creían esas cosas! Así que en lugar de explicarle lo que había pasado, le dijo simplemente:

- Oye Mamá… ¿tú crees que Papá querrá quitarme los ruedines?

Cuento a la vista

María Bautista y Raquel Blazquez
Escritora e ilustradora
Blog de cuentos infantiles 
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