Cuento infantil. Orejas y Rabito

Un precioso cuento que habla del perdón

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  1. Cuento sobre el valor de compartir 

Hace muchos años en un bosque verde y lleno de hermosos árboles, plantas y flores, vivía Orejas comiendo y disfrutando todas las zanahorias que cultivaba para él y su familia.

Un día Orejas como de costumbre salió a buscar sus alimentos, sus preciadas zanahorias, pero algo raro sucedió, no encontró ni una sola zanahoria, ni grande ni chiquita.

Cuento sobre el valor de compartir 

Orejas

¡Quizás vine muy lejos!, exclamó Orejas, y decidió entonces ir al prado más cercano que él conocía y al cual algunas veces acudía en busca de alimento, pero allí tampoco había ni una sola zanahoria, ni muy fresca ni muy madura.

Ya había atardecido y Orejas no había podido encontrar la respuesta a tan insólito acontecimiento 'Será mejor que pida ayuda', dijo. Fue entonces que apareció Rabito, un blanco y hermoso conejo de abolengo, luciendo una inmensa panza, ¡rebosante de felicidad!

- ¡Hola! - ¡Soy Rabito!

- ¿Quién eres tú? - ¿Qué haces por aquí? Ante tantas preguntas Orejas estaba desconcertado y muy enojado, yo diría que nunca había visto a un conejo tan molesto como éste. Pero le contestó:

- Soy Orejas y vivo en este bosque desde hace mucho tiempo y aquí cultivo el alimento para mi familia, pero hoy extrañamente desaparecieron todas las zanahorias que con mucho esfuerzo cultivé durante bastante tiempo. ¿Sabes algo tú?, le preguntó a Rabito.

- Yo, je, je, je, yo no sé na, na, na, nada de nada, y será mejor que de una vez yo me marche llevando este encargo de mi familia. Además son pu, pu, pu, puras pelusas, dijo Rabito, muy nervioso.

- Está bien, pero no te enfades, contestó Orejas. Y Rabito siguió su camino. Caminó largo rato, pero su conciencia pesaba más que la bolsa que llevaba, decidió regresar y confesar la verdad a Orejas.

Cuando volvió encontró a Orejas muy triste así que le confesó toda la verdad:

- Orejas yo fui quien recogió todas tus zanahorias, es que tengo una gran familia, muy numerosa y no me quedó otro remedio. Orejas, que tenía buen corazón, decidió perdonar a Rabito, y además le invitó a que viniera a vivir con su familia, y que trabajasen juntos.

Desde entonces Orejas y Rabito viven muy felices comiendo zanahorias todos los días.

FIN

Este cuento ha sido enviado por Norma Ruiz Guerrero (Perú) y está dedicado a su hijo Alonso Gustavo

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