Disciplina positiva en familia - Deja de criticar a tu hijo y aliéntalo

Logra el respeto mutuo con tu hijo y para de criticarle, mejor enfócate en lo positivo y motívalo a ser mejor

Angélica Joya, Psicóloga
En este artículo
  1. ¿Cómo se puede lograr una disciplina positiva en familia?
  2. Deja de criticar a tu hijo ¡ahora! y aliéntalo
  3. Maneras de conectar con tu hijo sin criticarle

Para lograr la disciplina positiva en familia, deja de criticar a tu hijo y aliéntalo. Este simple hecho motiva muchísimo a tu pequeño y lo estimula a ser mejor cada día, así que evita coletillas o frases como 'te he dicho 80 mil veces que así no se hace', 'pon más atención' o 'hazlo bien cuando te lo diga', porque esto afecta directamente a su autoestima. Aplica la disciplina positiva de una manera constructiva.

¿Cómo se puede lograr una disciplina positiva en familia?

Disciplina positiva en familia

Está claro que no somos padres y madres perfectos y que muchas veces nos equivocamos y nos cuesta educar con enfoque positivo. Por este motivo es tan importante que si realmente queremos lograr aplicar ladisciplina positiva en familia invirtamos tiempo en parar y repensar en otro momento en esas situaciones que nos desbordaron o irritaron.

Porque cuando una conducta nos irrita y no reflexionamos sobre alternativas para gestionarla es más fácil caer en críticas y humillaciones. Y también porque cuando no hacemos esa reflexión posterior nos estamos dejando muchas cosas de lado y eso nos impide hacer una gestión respetuosa y efectiva de los retos educativos del día a día.

Por eso la disciplina positiva nos dice que el comportamiento es solo la punta del iceberg y que si solo nos centremos en la superficie seremos poco eficientes y nuestra paciencia se agotará más rápido. La disciplina positiva propone nutrir desde dentro, crecer potenciando las fortalezas y no las falencias. Es lo que se llama en ingles 'encouragement'. Y es que cuando una persona se siente alentada ya todo lo demás viene por añadidura: ya se porta bien y se siente que pertenece y quiere contribuir.

Muchas veces en nuestro afán de controlar el comportamiento del niño terminamos desalentado muchísimo y entonces hay que plantearse algunas cosas que son muy importantes para para poder trabajar esa motivación, por ejemplo, impresionarse más de los comportamientos positivos y que impliquen cooperación y empatía que de los 'malos comportamientos'.

A veces invertimos mucho tiempo tratando de corregir los malos comportamientos y mucho menos agradeciendo y destacando las buenas acciones o fortalezas de nuestros hijos. A veces es mejor 'hacernos los tontos' antes de dañar o desalentar. Para ello hay que mirar a nuestros hijos con ojos buenos y tener siempre en mente la siguiente frase 'piensa bien y alentarás' en lugar de la popular frase 'piensa mal y acertarás'.

Deja de criticar a tu hijo ¡ahora! y aliéntalo

Deja de criticar a tu hijo

Ante un comportamiento inadecuado en lugar de sacar la conclusión más mala posible, mejor decir pensar bien y pensar cosas como: 'quizá se equivocó', 'se le olvidó', 'no lo sabe hacer mejor', o 'no fue a propósito'. Y eso puede ser útil incluso aunque no sea verdad porque no hay nada que pueda alentar más a tu hijo que tú pienses bien de él incluso cuando sus intenciones nos fueron las mejores.

Otro cambio muy importante es quitar la coletillas que muchos adultos usamos cuando nos dirigimos a los niños y adolescentes. Incluso cuando sean muy sutiles, desalienta y pueden estropear profundamente la relación con ese niño y su autoestimaPor ejemplo, evitar decir:

  • '¿Cuántas veces te lo he de decir?'
  • 'Van 80 mil veces que así no es'
  • '¿Cuándo aprenderás a hacerlo correctamente?'
  • 'Pon atención, ¿quieres?'

Aunque no parezca a muchos niños les desalienta profundamente este tipo de coletillas o del tono que se ocupe. Sin embargo, sí hay cambios radicales en muchas familias donde los padres o las madres simplemente han dejado de criticar y de usar esas coletillas. El truco está en que el adulto pida las cosas como si fuera la primera vez que lo hace (aunque esté claro que es la décima o incluso más).

Dos cosas que pueden ayudar profundamente a empoderar a tu hijo y a mejorar tu relación con él es ser amnésico y hacerse el tonto. En la vida habrán muchas personas que le criticarán y juzgarán. Pero de ti, tu hijo necesita apoyo, confianza y aliento. Por último, algo que también puede ayudar mucho a alentar es observar a esa persona que tienes delante y ver en él esas cosas positivas que tiene.

A veces estamos tan desconectados de nuestros hijos que no somos capaces de verles realmente. Solo podemos ver el lado negativo de su comportamiento o personalidad. Algo que puede ayudar a reconectar es pensar en el lado positivo también. Por ejemplo, en lugar de solo ver que 'tu hijo es un tozudo', ¿puedes ver qué otras cosas es esa 'tozudez'? ¿Perseverancia, ideas claras?

Este ejercicio te puede ayudar a bajar esa sensación de desgaste e impotencia que a veces nos generan ciertos comportamientos de los niños y poder alentar desde la conexión y el respeto mutuo. Y recuerda que uno de los principios de la disciplina positiva es 'primero la conexión y luego la corrección'.

Maneras de conectar con tu hijo sin criticarle

Conecta con tu hijo sin críticas

Cuando tú te sientes conectado con otra persona se activa tu cerebro social y entonces cooperas. Por eso es tan importante tener claro cómo podemos conectar con nuestros hijos. Existen dos tipos de conexión, una más profunda que es hacer sentir a tu hijo seguro y que se sienta visto y escuchado. Este tipo es la que viene dada por la aceptación incondicional de tu hijo (haga lo haga y sienta lo sienta).

Y el otro tipo de conexión, que también es súper importante, se genera en los momentos de disfrute juntos. Pero atención que muchas veces los padres nos obligamos a hacer cosas para conectar con nuestros hijos que en realidad no solo no disfrutamos, sino que aborrecemos.

Por poner un ejemplo, si quedas de ir con un amigo a comer y ese amigo no está en la conversación, sino que está con el móvil, mira para otro lado o te corta la charla, entonces ese encuentro no está fortaleciendo su relación, por el contrario la está alejando más. Lo mismo sucede con los hijos: si estás ahí viendo cómo juega, pero tú en realidad no estás disfrutando, entonces ese momento resta más que sumar a su relación.

Por este motivo hay que ser muy honestos y prácticos como madres y padres. Buscar ese punto intermedio entre lo que tu hijo disfruta y lo que nosotros disfrutamos, ya que solo así garantizaremos que los momentos de conexión estarán más presentes y que la relación salga fortalecida. Del mismo modo, los momentos de disfrute en conjunto son los que recargan tanto al niño como al adulto, por lo que se convierten también en un momento de autocuidado tal cual y seguro que es posible encontrarlos adecuados a todas las edades de tu hijo.

Disciplina familiar para no criticar a los niños

Si queremos alentar a nuestros hijos es importante dar un paso hacia la influencia. Hay una metáfora en mi libro 'Educar sin desesperar', que explica acerca de padres ingenieros y padres pastores. En ella se habla de que muchos padres creemos que nuestra labor es ser ingenieros de nuestros hijos, diseñando en el papel, gestionando la construcción y corrigiendo cualquier cosa que se salga de lo planeado. Sin embargo, ese rol de ingenieros nos pone en una posición de control que desalienta, genera mucha rebeldía, dependencia, desconfianza y conflictos.

Así que es mucho mejor la opción de ser pastor. Un padre pastor es consciente de que su hijo es un ser separado de él, que decide por sí mismo y no una oveja que debe seguirte, sino que tiene muchísimas otras influencias. Así que lo que resta es que seas ese pastor para tu hijo y que seas consciente de que lo máximo que puedes hacer es escoger unos prados suficientemente buenos y ofrecérselos, pero el niño tiene que decidir comer de ese prado y puede ser que no decida hacerlo y ahí radica el acompañarles respetuosamente.

Este cambio de padre ingeniero a padre pastor significa hacer un gran duelo porque nos damos cuenta que no podemos controlar el comportamiento de los hijos, que como mucho podemos influirles. Implica aceptar que por mucho que yo quiera hacer que esa otra persona haga lo que yo quiero, cuando yo quiero y como yo quiero, eso es imposible porque, incluso cuando un niño o adolescente coopera con lo que tú le pides está siendo autónomo en decidir cooperar contigo y puede dejar de hacerlo en cualquier momento.

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