Dr. Anestesio y su terapia mágica. Cuento para niños hospitalizados

Esta historia es un canto de esperanza para los niños que están en un hospital. Su mejor terapia es una sonrisa

Miguel Domínguez Palomares, Auxiliar técnico educativo
En este artículo
  1. La sonrisa de Clara. Cuento para niños hospitalizados
  2. La historia del Dr. Anestesio y su terapia mágica
  3. Preguntas de comprensión lectora para los niños

Cuando estamos tristes, cuando las cosas no han salido bien del todo, cuando estamos enfermos en casa e incluso cuando por alguna razón tenemos que pasar unos días en un hospital... ¡la sonrisa es la mejor terapia! Este es el mensaje que transmite la historia del Dr. Anestesio y su terapia mágica, un cuento escrito con cariño para los niños que están hospitalizados.

La sonrisa de Clara. Cuento para niños hospitalizados

la sonrisa de clara

La mañana en que todo sucedió se presentaba diferente a las demás. Clara desconocía en esos instantes lo que le iba a suceder momentos después de cerrar la puerta de su casaNo había pegado ojo en toda la noche pensando en su cita de las doce de la mañana. Frente al espejo se puso el abrigo, el gorro y finalmente los guantes. Moly se deslizó entre sus piernas para despedirse.

Clara la tomó entre sus manos, acarició su cabeza, rascó detrás de sus orejas y la vieja gata atigrada le devolvió el gesto con un placentero ronroneo. Eran inseparables desde hacía ya quince años. Siempre había querido tener un gato. De pequeña se detenía para acariciar a los que se encontraba por la calle. Los hubiera adoptado a todos. Solo cuando salió del hospital después de tanto tiempo, sus padres se la regalaron.

Dejó a Moly en el suelo y comprobó que sus platos de comida y agua estaban llenos. Después, recogió de la mesa el papel que estaba encima. Lo revisó por enésima vez volviendo a asegurarse de la hora y el lugar al que debía acudir. El hospital, otra vez el hospital, pensó.

Salió a la calle nerviosa. Las imágenes del pasado llegaban frescas a su cabeza fruto del miedo mientras se dirigía al hospital. Se veía a ella misma de niña tumbada en aquella cama rodeada de cables. 'Cuántos días allí'—suspiró—. Ahora se trataba de algo sin importancia, una pequeña intervención y, pasada la tarde, volvería a casa; no obstante, le era imposible controlar la angustia.

Decidió hacer el camino a pie para liberar la tensión acumulada y relajarse. Al doblar una esquina sonó una voz que le resultó familiar. Agudizó el oído, escudriñó en su memoria pero no la llegó a reconocer. El sonido venía de un poco más allá, justo en dirección hacia donde se dirigía. A pocos metros, frente a un semáforo en una gran avenida, un señor vestido de payaso hacía malabarismos con pelotas entreteniendo a los conductores que esperaban impacientes.

Cuando los vehículos prosiguieron su marcha, el payaso volvió a la acera. Un niño que esperaba de la mano de su madre, no le quitaba ojo. El payaso sacó de su bolsillo un globo, hinchó sus pulmones de aire, sopló en su interior y con ayuda de sus manos el globo se transformó en una bonita espada que regaló al niño. La cara de este no pudo contener las muestras de alegría y admiración. Aquella escena del payaso y el niño avivó nuevamente los recuerdos de Clara, solo que ahora llegaban con matices más agradables.

Recordó cómo durante uno de esos días interminables en los que estuvo hospitalizada recibió una visita inesperada que lo cambió todo. Fue una tarde después de la merienda. Clara tenía siete años y llevaba por entonces más de un mes en aquella habitación. Los días eran interminables, tediosos, aburridos. Escuchó cierto alboroto en el pasillo; se oían voces, risas y hasta algún contenido aplauso. Al poco alguien llamó a la puerta.

La historia del Dr. Anestesio y su terapia mágica

los niños hospitalizados

Sus padres se miraron con complicidad y permitieron el paso. Lo primero que asomaron fueron unos enormes zapatos de color que dieron paso a una enorme sonrisa. Delante de Clara se presentó alguien a quien no había visto nunca. Aunque llevaba una bata blanca no era ningún médico ni enfermero de los que habitualmente la atendían. Sobre su cabeza un sombrero negro era rematado por una margarita blanca, en la cara unas gafas y una nariz roja, del cuello colgaba una corbata que describía una sinfonía de vivos colores, los botones de su bata eran gigantes y cada cual de una tonalidad diferente.

Se fijó bien porque no podía creerse que del bolsillo junto al pecho le colgara nada menos que un calcetín a rayas; en el otro, en cambio, se asomaban sin disimulo unas varitas de mago y hasta un martillo musical de plástico.

- ¡Buenas tardes Clara! - la boca de Clara quedó entreabierta al igual que sus ojos: sabía su nombre. Me presento. Soy el Dr. Anestesio y vengo del Hospital Mágico, un lugar lejano en donde guardamos, desde hace mucho tiempo, la receta de una medicina muy especial que ayuda a sanar las heridas. Es un remedio que no tiene sabor, ni olor, que tampoco tiene forma pero está comprobado que posee unos efectos muy positivos para las personas de cualquier edad. Tú, querida Clara, has sido seleccionada para recibir su tratamiento.

Clara no salía de su asombro, miró a sus padres de refilón y estos le dieron el ok al Dr. Anestesio.

- ¿De qué tratamiento se trataba? ¿Cómo sería esa medicina tan extraña?

- Para esta labor necesito la colaboración de mis colegas: ¡los doctores Menta y Nillo! -anunció con entusiasmo.

Dicho esto, los doctores mágicos entraron en la habitación. Clara los vio aparecer, uno más alto que el otro, pero aparentemente, igual vestidos que su compañero. El Dr. Anestesio dio un paso al frente y sacó un libro.

- Este libro mágico te ayudará en la terapia. Saca tu dedo índice, por favor.

Clara, tímidamente, estiró su pequeño dedito. El doctor pasó las páginas delante de sus ojos y Clara comprobó que estaban en blanco.

- Como sé que te gustan mucho los animales te voy a pedir que me ayudes a dibujarlos - comentó el Dr. Anestesio—. Con tu dedo dibuja en el aire un elefante, una jirafa, un caballo, un gato… lo que tú quieras.

Clara miraba a sus padres, después al doctor y finalmente al libro sin decidirse.

- Vamos Clara, no te asustes. Seguro que puedes  -animaron los doctores Nillo y Menta.

Con mucha vergüenza Clara esbozó frágiles trazos, que sin embargo fueron suficientes, porque cuando el Dr. Anestesio abrió el libro otra vez, aparecieron dibujados entre sus páginas todo un repertorio de animales trazados en blanco y negro. Los ojos de Clara no daban crédito.

- Lo has hecho muy bien. Ahora, con el mismo dedo, pero de la otra mano, vamos a darles color.

Con más decisión que antes Clara giró el dedo en el aire y, cuando el Dr. Anestesio abrió el libro de nuevo, los animales habían cobrado color. El entusiasmo de Clara era evidente. De pronto abandonó su posición de tumbada y se incorporó en la cama.

- ¿Te ha gustado Clara?

- Me ha encantado, doctor.

- Pues ahora hay que borrarlo y dejarlo preparado para otros niños. Estira la mano y frota en el aire con fuerza para que se vayan los dibujos.

La niña respondió con más brío y ánimo y, para su sorpresa, el doctor le enseñó el libro completamente vacío como al principio. Clara sonrió. Miró a sus padres, que también lo hacían.

En el rato que los doctores estuvieron en la habitación lo llenaron todo de ilusión y magia. El Dr. Nillo hizo hacer desaparecer monedas que misteriosamente volvieron a aparecer de la nada, realizó malabares e infinidad de trucos con la baraja de cartas. Por su parte el Dr. Menta leyó la mente de los presentes adivinando sus pensamientos y contó historias divertidas que acabaron en sonoras carcajadas. Clara disfrutó mucho de aquella visita, tanto, que la tarde había pasado sin darse cuenta.

- Ahora nos tenemos que marchar. El tratamiento de hoy ha terminado. ¿Te gustaría que regresáramos otro día?

- Sí, por favor. Me encantaría.

- Está bien, pequeña - dijo el Dr. Anestesio- pero antes debemos comprobar si nuestra medicina te está haciendo efecto.

- ¿La medicina? ¿Pero si no he visto ni tomado nada?

Con suma paciencia, el doctor sacó un espejo de su bata y lo puso frente a Clara.

- ¿Qué ves en el espejo? —preguntó.

- Me veo a mí.

- Fíjate en tus ojos, ¿ves cómo brillan?

- Claro, me lo he pasado muy bien con vosotros.

- Mira más abajo ¿Acaso lo que cuelga de tus labios no es una sonrisa?

- Sí, me ha sido imposible no reírme con vosotros. Habéis llenado mi habitación de felicidad.

- Te diré un secreto, Clara. La medicina que nosotros ofrecemos es esta: sonrisas, carcajadas, ratos de alegría y entretenimiento. Tu cara refleja todo eso por lo que el tratamiento está haciendo su efecto. 

Los doctores se despidieron de Clara y salieron por la puerta. La niña estaba encantada con aquella visita tan inesperada. Al momento, el Dr. Anestesio regresó. Sin mediar palabra sacó un globo del bolsillo, lo llenó de aire, lo manipuló con destreza y se lo ofreció a Clara con forma de gato.

- Me ha dicho un pajarito que te encantan los gatos. Cuídalo y cuando estés triste y cansada sigue esta  receta que te animará: acarícialo despacio, acuérdate de nosotros y sonríe.

Esa no fue la última vez que vio a los doctores. Ellos regresaron más veces con su magia, regalando ilusión, curando con sonrisas. Al finalizar la visita, el Dr. Anestesio siempre le regalaba un gato distinto de globoflexia.

Clara se quedó ensimismada recordando todo sin darse cuenta que el semáforo comenzó a pitar porque se había puesto en verde para los peatones. La gente comenzó a cruzar. Ella buscó al payaso con la mirada. Ya no estaba. Giró sobre sí misma para asegurarse, pero ya no había nadie.

Justo cuando se disponía a cruzar se dio cuenta de que en el suelo había algo. Se acercó y pudo comprobar que se trataba de un gato hecho con globoflexia. 'No puede ser ¿el Dr. Anestesio?', pensó.  Lo recogió y siguió la receta que años atrás le enseñó: acarició al gato, se acordó de los doctores Anestesio, Menta y Nillo y comenzó a sonreír. Ahora sin miedo continuó su camino al hospital.

Preguntas de comprensión lectora para los niños

cuento para niños que están en un hospital

¿Qué te ha parecido esta historia? ¿A que todos tenemos mucho que aprender de ella? Para que el mensaje llegue a todos y nos quede claro, ¡nada mejor que responder a estas preguntas de comprensión lectora. ¿Estás preparado?

- ¿Cómo se llama la protagonista de este cuento? 

- ¿A dónde se dirige esa mañana? 

- ¿Qué hace antes de salir de casa? 

- ¿Por qué se para en un semáforo? 

- ¿Qué recuerdos vienen a su cabeza? 

- ¿Quién es el Dr. Anestesio? 

- ¿Qué medicina ofrece el Dr. Anestesio y sus ayudantes Menta y Nillo? 

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