Por qué mi hijo no me escucha y tengo que repetirle las cosas mil veces

Hay que observar y analizar si los niños no escuchan a los padres por un problema auditivo o por un comportamiento inadecuado

Belén de Toro Mingo, Psicóloga infantil
En este artículo
  1. ¿Cómo llegan los sonidos al cerebro de los niños al hablarles?
  2. ¿Mi hijo no escucha por un problema auditivo?
  3. Por qué tengo que repetir las cosas mil veces a mis hijos
  4. Cómo comunicarte de una forma efectiva con los niños

'Mi hijo no me escucha'. Te suena, ¿verdad? Todos aquellos padres o profesionales que trabajan con la infancia saben que es relativamente frecuente encontrarse con algún niño o niña que no escucha y hay que repetirle las cosas mil veces. El niño se mete en su mundo y se 'aísla'. Sin embargo, esta desconexión es selectiva y depende del momento, es como si a veces nos oyera y otras, no.

Si este es el caso de tu hijo, es importante analizar si la causa de esta respuesta tiene un origen cerebral o fisiológica (existe un problema auditivo o de comprensión del mensaje) o conductual (el niño está distraído con otras cosas y no te escucha, tu forma de comunicarte no es efectiva, etc.).

¿Cómo llegan los sonidos al cerebro de los niños al hablarles?

Por qué los niños no escuchan a sus padres

Recordemos que nosotros oímos gracias al procesamiento que el cerebro hace del sonido.

El sonido es una vibración que se propaga por el aire, entra por nuestro oído y genera un impacto en el tímpano. El tímpano proyecta un movimiento en tres huesecillos diminutos que formas una cadena e impactan a su vez en la ventana oval. Este movimiento desencadenado produce que el líquido que tenemos dentro del oído se mueva y las células ciliadas (unas células nerviosas receptoras del oído) se balanceen. Todas las terminaciones nerviosas de las células ciliadas se unifican formando el nervio auditivo.

El nervio auditivo transmite esta información eléctrica al cerebro (que es el lenguaje que utiliza nuestro sistema nervioso) y llega a una zona cerebral llamada corteza auditiva primaria, donde se hace la primera lectura para pasar luego a las áreas de asociación donde 'dotamos de significado' a lo que hemos oído de una manera integral y unitaria.

Este proceso, que es complejo y dinámico, requiere del correcto funcionamiento de todas las estructuras mencionadas. En ocasiones ocurre que puede que los niños no tengan esta vía 'limpia', es decir, no significa que no oigan (como en el caso de la sordera) sino que no procesan los sonidos de la manera correcta.

¿Mi hijo no escucha por un problema auditivo?

Cuando mi hijo no me escucha cuando le hablo

El oído humano está diseñado para oír una franja de frecuencias (un rango determinado de sonidos) a un determinado número de decibelios (volumen). En ocasiones ocurre que se oye más de algunas frecuencias, lo que implica hipersensibilidad auditiva, y otras, sin embargo, que se oiga menos, lo que implica hipoacusia.

Todo ello repercute en la manera que el niño se relaciona con el mundo. Una hiperacusia puede producir que algunos ruidos molesten, que ruidos repentinos produzcan sobresaltos o sonidos como el de la batidora o el secador asusten. Por el contrario, una hipoacusia hace que se oiga menos y por lo tanto no se detecte igual los sonidos de alrededor.

En ambos casos, esto puede provocar una desconexión del niño al entorno, bien porque no oye de manera correcta o porque busca protegerse del exceso de sensibilidad del ruido. Estos dos efectos los encontramos habitualmente en niños con problemas de aprendizaje, como es el caso del déficit de atención.

Por qué tengo que repetir las cosas mil veces a mis hijos

Repetirle las cosas mil veces a los niños

Conociendo un poco mejor cómo funciona el sistema auditivo continuemos analizando las dificultades a nivel conductual. Sabemos que a los niños siempre les tenemos que repetir las cosas muchas veces antes de que las hagan (como, por ejemplo, el clásico '¡A cenar!' que todos los padres dicen cada día incansablemente).

Parte de la educación de los niños pasa por repetir los mensajes insistentemente. La repetición es la clave para que el cerebro recuerde un mensaje. No obstante, debemos ser cuidadosos y eficientes en la manera en la que nos comunicamos con los más pequeños.

Es habitual encontrarnos con padres y madres que emiten advertencias o mandatos de manera insistente, empleando muletillas tipo: 'Es que no haces ni caso', 'No te hagas el sordo', 'Todo te da igual', 'Vas a lo tuyo', y así un sinfín de frases que todos conocemos bien.

Utilizando este tipo de frases solo estás reafirmando la respuesta de tu hijo y reforzando este tipo de actitud. Debemos hacer un cambio radical en cómo nos comunicamos para que el mensaje sea recibido. Para ello, te propongo que tengas en cuenta las siguientes consideraciones.

Cómo comunicarte de una forma efectiva con los niños

Comunicarte de forma efectiva con los niños

- Cuando te dirijas a tu hijo o hija, elimina las distracciones
Es mejor 8 que 80. Busca la manera adecuada de que ese mensaje cale. En primer lugar, elimina todo tipo de distractor que vayan a evitar que tu hijo te escuche (móvil, tablet, televisión, música, juguetes...).

- Busca el contacto visual
Es imprescindible buscar el contacto ocular. Incluso, se lo puedes pedir tú: 'Mírame a los ojos, por favor'. Una vez que habéis conectado, le transmites la información: 'Por favor, ¿te puede ir a duchar?', 'Es hora de bañarse, ¡vamos!'.

- Simplifica el mensaje que transmites a tu hijo
Usa mensajes claros, concisos, directos, que lleguen a tu hijo. Los niños no han madurado completamente funciones como el control de impulsos, por ejemplo, que les permite realizar un razonamiento maduro del tipo 'Mi madre me está hablando, voy a dejar de jugar porque lo que más me conviene es escucharla' o 'Mi padre lleva un buen rato preparándome la cena, debo ir a sentarme con una sonrisa en la cara'.

Este tipo de secuencias lógicas no se elaboran en el cerebro infantil. Por ello somos los adultos los que debemos comunicarnos de manera correcta, para que los mensajes les lleguen y acompañarlos en su autorregulación.

Es crucial diferenciar si la causa por la que tu hijo en ocasiones no te escucha es orgánica, conductual o simplemente una respuesta evolutiva natural. Observa y analiza cada situación y eso te ayudará a poder implantar la mejor solución y remedio.

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