Qué hacer con los cuentos que NO ayudan a enseñar valores a los niños
Hay cuentos que no nos ayudan a educar a los niños: ¿qué tal si el mensaje no es el correcto?
- Cuando los cuentos cortos NO dan buen ejemplo a los niños - ¿Qué hacer?
- ¿Se puede adaptar un cuento para enseñar valores básicos a los niños?
- Los niños SÍ pueden contar sus propias versiones de los cuentos clásicos
- ¿Pueden los relatos breves adaptados dejar valiosas enseñanzas a tus hijos?
Educar en valores es todo un desafío para los padres y profesores. Primero porque requiere vivencia y ejemplo; y luego porque no siempre se encuentran las herramientas necesarias para ello. Me acuerdo que una vez, de pequeña, mi hija me dejó literalmente sin palabras. Yo acababa de contarle el cuento de la Gallina Roja y ella me preguntó: 'Mamá, los vecinos de la gallina no quisieran ayudarla pero ella tampoco quiso compartir el pan con ellos'. ¿Tú crees que eso es bueno? ¿Qué hacer con los cuentos que NO ayudan a enseñar valores a los niños?
Cuando los cuentos cortos NO dan buen ejemplo a los niños - ¿Qué hacer?
Admito que me quedé perpleja con la observación de mi pequeña. Jamás había pensado en ello, y claro, por no siempre disponer de tiempo para contar cuentos a los niños, las madres a veces ponemos el automático y relatamos el cuento sin ningún tipo de reflexión. Pues eso me pasó a mí y mi hija tenía toda la razón. No se si conoces o te acuerdas de este cuento. Si no, aquí te explico.
Narra la historia de una gallina que vivía en una granja rodeada de un pato, un gato, una vaca y un perro. Un día la gallina encontró un grano de trigo y decidió pedir ayuda a ellos para sembrar el trigo, luego recogerlo, molerlo, amasar la harina y hornear el pan, pero ellos no quisieron colaborar en ninguna de las tareas con ella, simplemente la ignoraron por completo.
Cuando la gallina había preparado el pan, les preguntó si querían disfrutarlo con ella y claro, todos respondieron que sí. Sintiéndose muy ofendida por haber tenido que realizar ella sola todo el trabajo, la gallina les dice que no compartirá el pan con ellos, que solo ella y sus pollitos tenían el derecho de comerlo porque ella se había esforzado. Y ahí se acaba el cuento.
¿Cómo lo ves? Se entiende el enfado de la gallina, al fin y al cabo los animales no hicieron nada para ayudarla, pero si vas a contarlo a un niño, creo que deberías repensarlo. Por un lado, el cuento demuestra que solo con esfuerzo y trabajo se puede cosechar frutos, pero por otro, creo que la gallina da pasos atrás cuando no comparte el pan con los compañeros. ¿Suena a una buena lección?
¿Se puede adaptar un cuento para enseñar valores básicos a los niños?
La realidad es que no, no es una buena lección el cuento anterior. Es más, la propia gallina les pregunta antes si desean comer el pan. Si ella no tenía la intención de compartirlo, ¿por qué les pregunta si lo quieren? Creo que lo que quería la gallina era castigar a sus compañeros, ¿no? En este punto es donde se abre una excelente oportunidad de reflexión conjunta con los niños.
Contar un cuento no tiene por qué solo narrar un hecho, sino la ocasión para generar debate y fomentar el pensamiento crítico. ¿Qué hubiese pasado si la gallina, en lugar de reprochar, hubiera compartido el pan y luego, en una charla amigable, les contara lo valioso que fue su trabajo y lo mucho que hubiese significado recibir ayuda? Seguramente el mensaje hubiera sido más poderoso.
De hecho, los cuentos que más ayudan a educar a los niños no son los que terminan con moralejas duras o castigos, sino los que se abren al diálogo. Una historia que permite al niño ponerse en los zapatos del otro es mejor. En este caso, se puede pedir a los niños decir cómo se sintieron el gato, el perro o el pato al ser rechazados y si comprendieron lo que había en el 'no' de la gallina.
Creo que se puede llegar a una buena conclusión si en lugar de solo pedir la ayuda a los compañeros para sembrar, recoger y moler el trigo, amasar y hornear el pan, la gallina les explicara antes qué pretendía hacer con el trigo que había encontrado. Quizás ellos se convencerían más fácil a ayudarla. Las tareas serían distribuidas a partes iguales entre todos y disfrutarían del pan.
Los niños SÍ pueden contar sus propias versiones de los cuentos clásicos
Hoy existen versiones modernas de este tipo de cuentos, adaptadas para promover la comunicación asertiva. Incluso los clásicos pueden reinterpretarse para enseñar valores como la empatía o el trabajo en equipo. En el caso del cuento de la Gallina Roja, una alternativa podría ser que les dijera a los demás: 'Lo importante de hacer el pan es ayudarse. La próxima vez, hagámoslo juntos'.
Además, muchas veces los cuentos de antaño reflejan estructuras sociales o morales que han ido evolucionando con el tiempo. Por eso es vital que los adultos estemos atentos al contenido de los relatos que compartimos, por lo que hay que leerlos primero y pensar qué mensaje dejan, si refuerza estereotipos o si se podría adaptar algún fragmento para hacerlo más constructivo.
Otra estrategia bastante útil es proponer que los niños creen un final alternativo. Esta actividad promoverá su creatividad y les permitirá reflexionar sobre lo que han escuchado y cómo habrían solucionado ellos la situación. Así, desarrollan su autonomía moral y pensamiento crítico desde temprana edad, ya que ellos buscarán la mejor alternativa de acuerdo a su propio criterio.
Sin embargo, debemos afirmar que no se trata de censurar los cuentos cortos tradicionales, sino de explicarlos a través de reflexiones precisas. Al fin y al cabo, los relatos populares siempre van a formar parte de nuestra cultura y tienen su valor, pero educar significa cuestionar, analizar y reconstruir para poder fomentar los valores básicos que forjarán la personalidad del pequeño.
¿Pueden los relatos breves adaptados dejar valiosas enseñanzas a tus hijos?
Si bien la Gallina Roja es un cuento clásico, no significa que deba contarse tal como se conoce, así que podemos convertirlo en una herramienta ideal para enseñar que la justicia no se encuentra en la venganza, sino en el diálogo y la cooperación. Y por supuesto, esto aplica a muchos otros cuentos populares que han ido pasando de generación en generación.
Por ejemplo, ¿qué pasa con Caperucita Roja? ¿No sería mejor enseñar que no todos los lobos son malos, pero sí que hay que ser prudentes al acercarnos a ellos? ¿O con La Cenicienta, donde muchas veces se enfatiza más la belleza física que la fuerza interior? Por eso, en lugar de desechar los cuentos de siempre, se pueden enriquecer con preguntas, debates y finales alternativos.
A final de cuentas, lo que más impacta a los niños no es la historia que se cuenta en sí, sino en cómo la viven con el adulto que se las cuenta, es decir, las maneras, además del tono, las pausas, los gestos y las emociones compartidas al relatarlo, ya que así se refuerzan las enseñanzas. Todo esto transforma el cuento en una experiencia formativa y fomenta la calidad del tiempo compartido.
Finalmente, los cuentos son herramientas valiosas para educar si se usan con consciencia o si se adaptan sus historias a los tiempos moderno. Alentar a los niños a reflexionar, a ponerse en el lugar de otros personajes y a proponer soluciones que sean más justas o amorosas para esas historias cortas, es una forma de sembrar en los pequeños valores que los acompañarán siempre.
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Bibliografía
- Martínez Urbano, N. (2011) El cuento como instrumento educativo. Revista Innovación y Experiencias Educativas (ed.) España, pp. 1-8 Disponible en: https://archivos.csif.es/archivos/andalucia/ensenanza/revistas/csicsif/revista/pdf/Numero_39/NATALIA_MARTINEZ_URBANO_01.pdf